Me esperan 21 horas de avión, con el añadido inminente de cuatro en cada aeropuerto sin pensar en la llegada al destino final. Aún así, el tránsito por París valdrá la pena y la estancia en Sudáfrica ha sido una experiencia inolvidable.
Dialogar con la soledad supone casi una hazaña. En Sudáfrica hay dos posibilidades de sobrellevar las jornadas, o se arriesga uno a incursionar en barrios altamente peligrosos de Johannesburgo o Pretoria, o se conforma con andar por las zonas protegidas relativamente seguras.
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