Bostezos en la noche: este mundo…

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EiffAvio
Me esperan 21 horas de avión, con el añadido inminente de cuatro en cada aeropuerto sin pensar en la llegada al destino final. Aún así, el tránsito por París valdrá la pena y la estancia en Sudáfrica ha sido una experiencia inolvidable.

Dialogar con la soledad supone casi una hazaña. En Sudáfrica hay dos posibilidades de sobrellevar las jornadas, o se arriesga uno a incursionar en barrios altamente peligrosos de Johannesburgo o Pretoria, o se conforma con andar por las zonas protegidas relativamente seguras.
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Miradas: vibrante naturaleza en Sudáfrica

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La policromía de plantas y flores es deslumbrante, como si fuese un signo distintivo que acentuara la validez de los seis colores de su bandera, una elección de Sudáfrica sui-géneris en el mundo. Y dentro de su colosal biodiversidad, el infaltable concierto aviario de más de 400 perfiles, con algunos “Pavarotti” en la familia.

Aun en medio de los rascacielos del elitista barrio de Sandton, en Johannesburgo, la marca rural de Vaal o Polokwane y la relativa calma de Pretoria, la naturaleza se abre paso como una suerte de recreación poética de los paisajes.
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Pretoria: entre Jacarandas y aves cantoras

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Jacarandas
De joven escuchaba su nombre siempre asociado con un par de epítetos, el régimen del apartheid de Pretoria, pero jamás imaginé que la ciudad como tal era un cofre de joyas de la naturaleza con el adorno de su singular arquitectura.

Muchos nos quedamos con la parte mejor de la historia de Sudáfrica cuando Nelson Mandela fue liberado después de 27 terribles años de prisión en 1990 y luego, en 1994 se convirtió en el primer presidente negro de la nación arcoiris.
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ONDAS: Sudáfrica al revés

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Lejos de pretender un ensayo, apenas un primer acercamiento a Sudáfrica y con más acento en su capital administrativa, Pretoria, para el recién llegado son varios los puntos que llaman la atención, el más conocido la devoción por Nelson Mandela.

Luego el sello europeo, específicamente británico, de llevar el tráfico por la izquierda con el volante a la derecha. Similar impresión de mareos me obligaron a cambiar de hábitos en Sydney, Australia, y muy en particular en Londres.
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