Aquellas pequeñas cosas, diría Serrat, de esos valores que son en realidad los que engrandecen la vida.
Un lunar en la punta de la nariz
Me acerqué a una pera madura que permanecía silenciosa y solitaria. De pronto sentí escozor al escucharla decir: podrías acompañarme el tiempo que desees (…).
Sorprendido respondí: no pertenezco a este lugar pero igual me place estar contigo. Y ella me repitió: puedes acompañarme el tiempo que quieras (…).
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