Tal vez la idea original se concibió como un espacio cultural, con artesanía, pintura y música en los adornos de bares y restaurantes en el barrio Bellavista, una de las zonas más bohemias de Santiago de Chile.
Pero las musas no andaban desperdigadas sin rumbo. Y la idea de hacer en el país más austral del mundo un rinconcito con la mística de Montmartre, tampoco partía de bases demasiado fantasiosas.
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