Tokio ya es historia y le decimos adiós con un respetuoso Arigato, lleno de admiración. Se abre un nuevo capítulo y damos la bienvenida con un Bonjour a París, la ciudad donde nació el olimpismo moderno de la mano del Barón Pierre de Courbertin.
Más allá del protocolo y los análisis deportivos, la dedicatoria suprema hoy en día debe ser a los japoneses. Contra viento y marea acaban de ofrecerle un ejemplo al mundo, de amor, entrega, sacrificio y dedicación.
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Nagasaki, Japón.- Las sensaciones son disímiles y los intentos de dibujar una sonrisa se desvanecen de inmediato. En el Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki hay señal de internet wifi con una contraseña numérica, todo un símbolo: 080919451102.
A unos 800 metros del hipocentro de la bomba atómica, en una casa cerca del Santuario Sannó de Nagasaki, fue encontrado un reloj congelado por la radioactividad y la onda expansiva del artefacto nuclear. Dejó registrada la hora, 11:02 am, el terrible instante en que la ciudad del sur de Japón fue destruida el 9 de agosto de 1945.
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Nagasaki, Japón.- Las sensaciones son disímiles y los intentos de dibujar una sonrisa se desvanecen de inmediato. En el Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki hay señal de internet wifi con una contraseña numérica, todo un símbolo: 080919451102.
A unos 800 metros del hipocentro de la bomba atómica, en una casa cerca del Santuario Sannó de Nagasaki, fue encontrado un reloj congelado por la radioactividad y la onda expansiva del artefacto nuclear. Dejó registrada la hora, 11:02 am, el terrible instante en que la ciudad del sur de Japón fue destruida el 9 de agosto de 1945.
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Tokei, Edo, Yedo o Tokio, en la isla de Honshu, con cerca de 12 millones de habitantes en el centro y más de 30 millones con sus 23 barrios y 26 ciudades, es la mayor aglomeración urbana del mundo y también el paraíso del pescado y el sushi.
Una visita al gigantesco Mercado del Pescado Tsukiji manejado por Maruha Nichiro y en presencia de la compañía importadora Daito Gyoroi, termina por seducir a los visitantes aún con el madrugón de cuatro de la mañana imprescindible para asistir a un espectáculo sui-géneris.
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Tres años vividos en Asia se pierden en las comparaciones cuando se llega a Japón. Tan distinto, sui-géneris, enigmático y atractivo. El primer despertar, en Fukuoka, una de las ciudades en ascenso de la Tierra del Sol Naciente.
Con poco más de millón y medio de habitantes, cuna de la civilización japonesa y más cerca de Seúl, Corea del Sur, que del mismo Tokio, la urbe de la isla de Kyushu se precia por su espíritu de Dontaku (fiesta) durante todo el año.
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Un pase por París nunca viene mal, mucho más si la idea es subirse al gigante de los cielos, el Airbus A380, rumbo a Japón, la inefable Tierra del Sol Naciente. Por mucha imaginación, películas y literatura, el aterrizaje en la antigua Edo, hoy Tokio, siempre estará lleno de sorpresas.
El azar, la buena suerte o una tarjeta de viajero frecuente Flying Blue me permitirá ascender a la categoría de Bussines Class, lo cual se traduce en volar en el primer piso, más cómodo, con champagne y whisky, y el reencuentro con el amigo salmón.
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Luego de meditar largos años en busca de un cambio significativo en la vestimenta masculina, los diseñadores de la moda internacional dieron por fin la voz de ¡eureka!, al incluir en los pantalones un número indeterminado de bolsillos e imponer la tendencia metrosexual.
De los bolsillos es más fácil encontrar una definición precisa, pero no así de los metrosexuales. Son hombres proclives al cuidado personal extremo, que se rasuran hasta el pubis usan cremas faciales, se tiñen el cabello y adoran la ropa ceñida al cuerpo.
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Un lunar en la punta de la nariz 