Miradas: Fukuoka de mil amores

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Tres años vividos en Asia se pierden en las comparaciones cuando se llega a Japón. Tan distinto, sui-géneris, enigmático y atractivo. El primer despertar, en Fukuoka, una de las ciudades en ascenso de la Tierra del Sol Naciente.

Con poco más de millón y medio de habitantes, cuna de la civilización japonesa y más cerca de Seúl, Corea del Sur, que del mismo Tokio, la urbe de la isla de Kyushu se precia por su espíritu de Dontaku (fiesta) durante todo el año.

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Festivales coloridos, la carrera Oiyama de 5 kilómetros, templos ancestrales de perfecta armonía entre lo sagrado y ceremonioso, casas adornadas con árboles y plantas de exquisita jardinería y gente muy respetuosa y amable por doquier.

La Oiyama es de los grandes jolgorios de Fukuoka, con siete compañías de 26 personas cada una vestidos a la usanza antigua, que transportan a lo largo de la ciudad dioses y motivos laicos sobre sus hombros.

También sobreale el Festival Hakata Dontaku, con 30 mil participantes y miles de turistas en mayo de cada año, así como el Asian Pacific de intercambio cultural con numerosas naciones asiáticas.
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Los canales sobre el río Naka, friolera de edificios y más de dos mil restaurantes sobre lo que fuera un enorme banco de arena en Nakasu, el parque Tenjin Chuo y todos los alrededores de Nakata hacen las delicias de los visitantes.
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Deslumbra el templo Kushida Shrine, construido en el año 757 de nuestra era, a poca distancia de la monumental estación de trenes y metro de Hakata; la pagoda de los cinco pisos en el templo Tochoji y el jardín de Rakusui.
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Como pincelada, cabe resaltar el hecho de que el prolífico cantautor dominicano Juan Luis Guerra le dedicó una melodía a Fukuoka. Se llama Bachata en Fukuoka.

Una canción de amor que termina así: Una bachata en Fukuoka, (pa’ soñar contigo) en el mar las gaviotas; Con tu piel de abrigo vivir bachata en Fukuoka.

Dejemos las palabras y disfrutemos las imágenes.

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