Pocos sitios en el mundo como Saint Malo, Bretaña, en el norte de Francia, ofrecen la curiosidad de un hermoso balneario, la ciudad amurallada y el culto a los corsarios, con una estatua incluida al «ilustre» comerciante marino Robert Surcouf (1773-1827).
Los filibusteros son en cierto modo, héroes de Saint Malo y para confirmarlo, ante una espléndida panorámica del Atlántico, la taberna Hiss et Oh y un colorido anuncio en la fachada que muestra a un hombre, seguramente corsario, bebiendo. Embarcados en viajes a las Antillas con escala en la Isla de la Reunión, le tomaron el gusto al ron y brebajes aledaños, por decirlo de alguna manera.
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