Pocos sitios en el mundo como Saint Malo, Bretaña, en el norte de Francia, ofrecen la curiosidad de un hermoso balneario, la ciudad amurallada y el culto a los corsarios, con una estatua incluida al «ilustre» comerciante marino Robert Surcouf (1773-1827).
Los filibusteros son en cierto modo, héroes de Saint Malo y para confirmarlo, ante una espléndida panorámica del Atlántico, la taberna Hiss et Oh y un colorido anuncio en la fachada que muestra a un hombre, seguramente corsario, bebiendo. Embarcados en viajes a las Antillas con escala en la Isla de la Reunión, le tomaron el gusto al ron y brebajes aledaños, por decirlo de alguna manera.
De tal modo, Hiss et Oh se especializó en bebidas realmente exóticas: rones de piña, café, vainilla, jengibre, miel, naranja, canela y otros, macerados o mezclados nada menos que con pimienta, entre 50 variedades artesanales.
Aunque son franceses y bretones de nacimiento, los pobladores (alrededor de 49 mil) se consideran exactamente de Saint Malo, cuyo gentilicio sería Malouins (malvinos). Más bien se trata de una anécdota de cuando durante tres años (1490 a 1493) se declararon República independiente de Francia y de su región bretona, que también permite conocer a los primeros habitantes de las Islas Malvinas de Argentina, en poder de Gran Bretaña actualmente.
De los corsarios de Saint Malo hay muchos pasajes de interés, uno de ellos que hicieron pagar tributo a los barcos ingleses que pasaban por el canal de su puerto. Como tenían permiso del Gobierno, los filibusteros eran vistos como comerciantes que trajeron la prosperidad a la urbe.
A poca distancia está Cancale, una preciosa y diminuta aldea, reconocida por sus ostras plateadas o planas, muy apreciadas por los romanos, que las devoraran con fruición con un pan especial llamado ostearius. Esta variedad del molusco, conocido como el Tesoro Blanco de los alimentos era también uno de los caprichos de María Antonieta.
Una botella de vino blanco, preferiblemente, o rosé, permiten hacer posible el sueño de imitar a Ernest Hemingway cuando degustaba docenas de ostras. La diferencia es la preciosa vista de estos parajes recónditos.
Si bien las ostras plateadas o planas de Cancale son exquisitas, las más famosas del mundo son las de la familia francesa Gillardeau, cerca de La Rochelle, igualmente en Bretaña.
Se ve bien bonita la playa en las fotos que adjuntas -aunque seguro que el agua no es tan rica como las playas del trópico… Por cierto, en la segunda foto, ¿la persona de la extrema izquierda eres tu?
De cualquier modo, imagino que hayas visitado el lugar y degustado las ostras… te envidio. Recuerdo cuando comía ostiones en Manzanillo, fresquitos del mar, con jugo de limón, jugo de tomate y un tín de picante… . Un abrazo
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Tuve la dicha de probar las ostras planas o plateadas de Cancale, deliciosas. Apenas con limón y un buen vino francés. Suficiente. En la foto que mencionas, en efecto. Es en Saint Malo, donde también tienes razón, el agua es fria para nuestro gusto. Acabo de disfrutar otra experiencia con mejor temperatura general en Etretat, una maravilla sobre la que merece escribirse. Gracias.
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Qué bellezas!. Me encantaría visitar Cancale, soy una amante fervorosa de las ostras.
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Pues es muy recomendable y Cancale es además un sitio encantador.
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