Las imágenes de una elegante vieja dama fumando con su boquilla, con voz rasgada y firme, descubrían a la Jeanne Moreau de los últimos 15 años, como una postal de Montmartre que bien hubiese podido dibujar Toulouse Lautrec.
Así la quiso mostrar James Lipton en Inside the Actors Studio en 2003, pero sin saltarse algunos detalles: era uno de los rostros emblemáticos del cine francés y en su juventud, una bella mujer.
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