«Enfant terrible»: Oliver Stone

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Nunca fue espectador ajeno de la realidad y sintió en carne propia la marca cruel de la guerra contra Vietnam. Tal vez desde Pelotón, ya Oliver Stone creía en las alternativas, para convertirse en uno de los “enfant terrible” de Hollywood.

Entre París, Cannes y Madrid estableció en la segunda quincena de mayo y luego en junio de 2010 una cadena de complicidades, siempre asomándose a la polémica, con sellos ineludibles.
Justo en ese lapso, estrenaba dos largometrajes reveladores.

Ni el espléndido boulevard de La Croisette ni la crítica se dejaron seducir en la ciudad de la Riviera Francesa por Wall Street: el dinero nunca duerme, segunda parte de su exitosa película de 1987 que permitió brillar a Michael Douglas (Oscar por su papel del “tiburón” Gordon Gekko).

Stone se muestra ahora más reflexivo y ya Gekko no intentará atrapar a un joven tan ambicioso como el personaje que dio notoriedad a Charlie Sheen. Sin embargo, el hechizo en la continuidad pierde el beneficio de lo inesperado.

“Hablar de Wall Street, de los bancos en medio de tantos problemas financieros, de crisis internacionales, tiene sus riesgos y no creo que sean muchos los cineastas que se atrevan a hacerlo. Por eso me parece importante trabajar con Oliver”, declaró Douglas.

Si bien es cierto que los especialistas no cesaron de hacer comparaciones y de minimizar el impacto de (…) El dinero nunca duerme, no pudo llegar en mejor momento. El propio presidente estadounidense, Barack Obama, le está pidiendo cuentas a los bancos y quiere reformas en Wall Street.

“Sabemos los costos-beneficios de nuestra cinta. Aspirar a un éxito de taquilla sería casi absurdo. Nos sentiríamos muy satisfechos si logra captar el interés y convoca al análisis”, coincidieron Stone y Douglas en Cannes.

A sus 63 años, tres premios Oscar y cinco Globos de Oro, con la Legión de Honor de Francia y otro sinnúmero de reconocimientos, parece obsesionado con un hallazgo salvador frente al capitalismo salvaje.

“Esperaba que el sistema financiero mundial cambiara, pero no lo ha hecho”, acotó.

En su pase europeo, este hijo de padre judío agente de bolsa, y de madre francesa y católica, logró captar la atención de los medios no sólo por el tema Wall Street, sino también con Al Sur de la Frontera (South of Border), en premier en Madrid.

Una apuesta arriesgada sobre la realidad actual de América Latina y el Caribe cuando muchos pueblos giran hacia la izquierda y los medios de comunicación, en su mayoría controlados por los empresarios, le viran la espalda.

Ese tipo de ambiente que tanto gusta a Oliver Stone.

No hay dudas de que el sistema es opresivo. Pero los pueblos necesitan esperanzas. No me gustan los finales cínicos. Prefiero creer que la Caperucita Roja no será devorada por el lobo, comentaba acerca de los dos acontecimientos.
-EL SUR EXISTE
Como es dado a los símbolos, el 4 de julio South of Border tendrá su estreno en 30 ciudades norteamericanas, adelantó su productor, Fernando Sulichin.

De nacionalidad argentina, Sulichin ya tiene una amplia experiencia de trabajo con Stone y espera que el largometraje transite con bastante resonancia en América Latina, “a pesar del silencio de cierta prensa”.

“Vive la realidad pasada y presente. A mí me impresionó mucho conocer de primera mano a estos presidentes que hacen cosas buenas para sus pueblos y, sin embargo, son ignorados o criticados por los medios”, subrayó.

Se difundirá en España, Caracas, Sao Paulo, Buenos Aires, Quito, Cochabamba, Asunción y La Habana, y ojalá en todos los lugares posibles, añadió Sulichin, quien además colaboró alguna vez con Martin Scorsese, Spike Lee y Marlon Brando.

El Palacio Municipal de Congresos de Madrid fue escenario del estreno mundial para el mercado hispano de la nueva propuesta, en tono documental. Acompañado por el presidente venezolano, Hugo Chávez, hizo el primer lanzamiento en la Mostra de Venecia a fines de 2009.

Nunca fue un realizador complaciente y aunque ahora con Al sur de la frontera, se dedica a exponer los procesos revolucionarios en marcha en el Nuevo Mundo. Para quebrar el silencio de quiénes miran con estupor a las izquierdas.

A su mejor estilo punzante que lo hizo célebre en Pelotón, Nacido el 4 de julio, Nixon o JFK, Stone satiriza a la prensa estadounidense en los clichés que construye para distorsionar la imagen de los políticos no afines a Washington.

No necesita de personajes de ficción, sino de las noticias y espacios de grandes cadenas de televisión, que difunden informaciones o ideas falsas. Revelan un nivel de mediocridad alucinante.

Entre los ejemplos más desconcertantes, una presentadora estadounidense habla del consumo de “cacao” por el mandatario boliviano Evo Morales y sus homólogos afines. Repite el cacao del chocolate tantas veces que otro locutor le rectifica y le aclara: coca, no cacao.

Uno de las razones por la cual el realizador aprende la costumbre indígena de consumir la hoja de coca y comparte un mazo con Evo Morales durante la entrevista en La Paz.

Latinoamérica es hoy un soplo de esperanza para el mundo, repite Stone en los entretelones del rodaje.

Lo único que queremos es ser nosotros mismos, dice Chávez. Por su parte, la presidenta argentina, Cristina Fernández, resalta que por primera vez América Latina tiene su propio rostro.

Si miras a la cara de Evo, Evo es la cara de los bolivianos, señala Cristina Fernández, mientras, Luis Inacio Lula de Silva, el jefe de Estado de Brasil, explica “todo lo que necesitamos es ser tratados de igual a igual”.

Hablan asimismo el ex gobernante argentino Néstor Kichner y los presidentes de Ecuador, Rafael Correa, y de Cuba, Raúl Castro.

Al final, Oliver Stone transita por La Habana, con el malecón de fondo y gente sonriente bajo un sol implacable. Camina en la búsqueda, con la palabra filosa y la reflexión viva, pensando, quizás, que en el Sur nacen respuestas…

2 comentarios en “«Enfant terrible»: Oliver Stone

    • Todavía resta casi un mes para acogerme a los añorados brazos del descanso absoluto. Por ahora esta intensa e increíble vida cultura de Francia me reta cada día y no puedo permanecer ajeno a la magia de la Copa Mundial de Fútbol. Voilá.

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