Poco más de tres años en el sudeste asiático debieron servirme para ahondar en laberintos insondables de la milenaria cultura de los pueblos del Lejano Oriente. Ciertamente aprendí a comprenderlos mejor, pero nunca desentrañé el misterio de su sonrisa.
Es uno de los enigmas apasionantes de esa región, que desde mi punto de vista llegará a convertirse en gigante de la economía mundial. No sólo por China, que ya es bastante, sino por la constancia y sistematicidad general en el camino al desarrollo.
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