Una radio reproducía con estática y sonidos poco nítidos La Bohéme. La inconfundible voz de Charles Aznavour se abría paso de todas formas y los transeúntes que merodeaban la Plaza de Armas de Santiago de Chile, entendían el mensaje: Francia había ganado la Copa del Mundo de Fútbol.
Era como un amigo lejano que se identificaba nada más escucharlo. Ya no lo tendremos de cuerpo presente, pero sus canciones nos acompañarán por siempre. Murió a los 94 años cuando nos habíamos creído que Aznavour era eterno. Se fue y nos dejó como su emblemática Venecia sin ti.
Continuar leyendo