Estrecho de Magallanes.- Escoger un punto de referencia para contar las impresiones de un viaje al fin del mundo puede acarrear ambigüedades. El mar y concretamente los canales patagónicos se antojan ideales.
A fin de cuentas es un homenaje de cierto modo al hombre que permitió conocer en 1520 que en efecto, la Tierra era redonda y no plana como se decía. Era portugués, se llamaba Hernando de Magallanes y murió un año después en la batalla de Mactán, Filipinas, sin penas ni glorias.
A bordo del ferry Yaghan iniciamos la travesía por los canales patagónicos del extremo sur del mundo, desde Punta Arenas, la capital del la Región de Magallanes y la Antártida chilena.
Fueron 303 millas náuticas de trayecto, 32 horas sobre el Estrecho de Magallanes. La adrenalina brotaba profusa. La estancia en la cubierta en el anochecer duró poco. Una fina y pertinaz lluvia nevada lo hizo imposible. Así y todo, algunos resistimos un rato.
Nos habían anunciado como joya de la corona del viaje la pasada por los glaciares antárticos. La realidad superó las expectativas. Dicen que el color azul tiene alrededor de 50 matices.
En los glaciares, la policromía de azules rebasa la imaginación, como igual esos promontorios de hielo con pequeños iceberg que los circundan, cascadas y elementos que hacen del espectáculo un grandioso concierto de la naturaleza.
Un grupo de científicos y periodistas fuimos los privilegiados en esta expedición. En el medio de estos mares que surcaron hace varios siglos intrépidos marinos, con el portugués Hernando de Magallanes al comando de una de las grandes hazañas de la historia, es difícil saber del día y la noche.
Había una holandesa, rubia y de ojos azules, naturalmente, un irlandés que no trajo whisky, varios chilenos, cubanos, franceses, italo-peruanos y hasta un austriaco que no sabía si era mejor dormir o contemplar los paisajes exteriores.
Aún si Argentina tiene a Ushuaia, que se precia de ser la ciudad austral más extrema, a Chile no le falta razón al enarbolar a Punta Arenas y Puerto Williams, si bien más allá de estos tres sitios hay varios asentamientos.
Empero, al margen de estas y otras consideraciones, lo cierto es que el vuelo de Santiago a Punta Arenas tiene una duración de tres horas y 25 minutos, más que un trayecto a Buenos Aires o Montevideo.
Para aproximarnos a la enorme extensión helada de la Antártida, que cubre unos 5,4 millones de kilómetros cuadrados, tomamos el ferry para conocer una de las últimas regiones prístinas del planeta, con paisajes deslumbrantes, especies únicas y excepcional enclave de investigación del cambio climático.
La Antártida es conocida como el Continente Blanco, el sitio más austral del mundo ubicado casi enteramente en el Círculo Polar Artico, bajo la mirada de 52 países, entre ellos Chile.
Para dejar establecida cierta soberanía sobre parte de los 14 millones de kilómetros cuadrados del continente, este país sudamericano nombra a su XII Región como Magallanes y la Antártica chilena.
-DARWIN Y LOS GLACIARES
La Reserva de la Biosfera de Cabo de Hornos (RBCH), un área protegida de Chile, declarada así por la Unesco en 2005, es única en el mundo. Promueve el desarrollo sostenible a nivel ecológico, investiga una vegetación exuberante, briofitas (musgos, líquenes y hepáticas), aves y otros milagros.
El doctor Ricardo Rozzi, ecólogo y filósofo, es el director científico del programa que convoca a un equipo muy consagrado de especialistas-
No pierde ocasión para subrayar que el naturalista inglés Charles Darwin se inspiró en estos parajes, donde hace unos ocho mil años vivieron grupos indígenas selk´nam, onas, yaganes, aonikenk, tehuelches y kaweskar, para desarrollar su teoría de la evolución del hombre.
La Antártida es mucho más que el cuarto continente más grande después de Asia, América y Africa, por ese orden.
Lo que allí ocurra, determinará el clima de otras partes muy alejadas de estos remotos parajes, que fueron los últimos en ser descubiertos o colonizados por los humanos en 1820, subrayan con firmeza los científicos.
Terminemos por decir que al buque HMS Beagle, que realizó estudios hidrográficos de Sudamérica de 1826 a 1830, se debe el nombre del canal que atraviesa la Isla Navarino, donde se ubica Puerto Williams.
Famoso también, porque fue en el HMS Beagle donde Darwin tuvo su primer encuentro con un glaciar el 29 de enero de 1833.
Nosotros tuvimos la oportunidad de hacerlo el 21 de abril de 2017.
Luego conocimos el Parque Etnobotánico Omora y el Cerro Bandera, en Puerto Williams. Merodeamos Isla Hornos, Puerto Toro y una serie de porciones de tierra desoladas en el concierto de las islas Hermite y a cierta distancia del archipiélago Diego Ramírez.
Hermosa experiencia, esas imágenes deben quedar grabadas en la memoria como si fuera en piedra. Al canal de Beagle se le llama también «estrecho».
Imperdonable la falta del irlandés, aunque es muy probable que el cubano no haya llevado nada¿?¡¡¡
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Pues si, me pescaste…varios dias recordándole a Brendan, el amigo irlandés lo del whisky, cuando una autoridad mencionó los rones y puros cubanos. En efecto, una experiencia inolvidable.
Habrá mucho más de estos temas.
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Lugares como estos deberían ser considerados como sitios sagrados de la naturaleza. Merecen el mejor cuidado
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Totalmente de acuerdo. Uno se asombra pero además termina con un sentimiento de admiración absoluto.
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Las fotos hablan por si solas. Un lujo viajar a esos lugares y un deber de la humanidad luchar por preservarlos
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Me considero privilegiado y me redobla el compromiso de ser un defensor de la naturaleza. Gracias por el comentario.
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