Islas desoladas, en la Antártida chilena

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Desde las alturas de Cerro Bandera, en Puerto Williams, Chile, la mirada se extasía ante un cordón imaginario que integran Tierra del Fuego, el fabuloso Canal Beagle, la Cordillera de Darwin y Ushuaia, Argentina.

Hay más, porque de hecho la Isla Grande de Tierra del Fuego pertenece en un 51,49% a la Región de Magallanes y la Antártica chilena, y el otro 48,51%, a Argentina. Y luego en una navegación de siete horas, la cartografía se hace realidad con una serie de porciones de tierra.


Al detalle es bastante difícil describir a cada una de las decenas de islas desoladas, promontorios, cabos o islotes, que danzan al compás del silencio o la furia del mar mientras más se acercan a la superficie helada del Continente Blanco, la Antártida.

Con un mapa virtual que nos facilita Fabián Campos, jefe de comunicaciones del Programa de Conservación Biocultural Subantártica, seguimos la navegación en el buque Isaza de la Armada de Chile hacia Isla Hornos, para intentar ver a la familia que allí reside.

-ANECDOTARIO

El marino Víctor Arriagada tiene la misión de vigilar desde el Faro de Cabo de Hornos para informar del paso de buques por la zona y del estado del tiempo, además de cierta forma, resguardar la soberanía del enclave.

Arriagada vive con su esposa que funge como maestra de sus tres hijos durante el año que estarán en Isla Hornos. Por el elevado salario, es una plaza bien cotizada, aunque el sacrificio se antoja enorme.

El mar encrespado frustra el deseo de pisar tierra en ese sitio aislado del resto del mundo. Las lanchas Zodiac de goma estarían en riesgo con muchos pasajeros y de caer al agua, ya nos advierten que en cinco minutos podemos morir de hipotermia.

Soy testigo casual de la conversación entre el capitán del navío, José Miguel Oxley, y el marino Arriagada. Después de interesarse por el estado de salud de la familia, el oficial le explica los peligros de un mal tiempo que se avecina.

La verdad es que en el exterior no se aprecia de momento nada. Y la voz de Arriagada responde con respeto y obediencia, pero también con cierta melancolía. La oportunidad de recibirnos queda abortada.

Seguramente no con frecuencia se dan encuentros con científicos y periodistas, y el contacto humano debe serle esquivo. Al menos, meses atrás, fueron visitados por un grupo de expertos con quienes departieron un rato.

Circunnavegamos alrededor de Isla Hornos, donde vemos una casa y el faro como únicas instalaciones. Es junto a otros islotes cercanos la última zona del planeta con árboles de cierto tamaño.

En lo adelante habrá vegetación más escasa. A 100 kilómetros al suroeste de Cabo de Hornos, se ubican las islas del archipiélago Diego Ramírez, donde están afincados cuatro funcionarios a cargo del lugar y de la estación climatológica de la Armada de Chile, en el punto más austral del continente americano.

La certeza en el pronóstico de oficiales y marineros del Isaza es absoluta en el recorrido de regreso a Puerto Williams. Las olas se enfurecen y el barco comienza a moverse a ritmo arremolinado.

Después de un extenso lapso con sabor a pesadilla, vuelven las aguas apacibles. Nos acercamos a Puerto Toro que pudiera ser calificado como la comunidad más austral del orbe, con cerca de 40 habitantes que son un cura, una profesora, carabineros y pescadores con sus familias.

Tiene el significado de ser el primer asentamiento chileno al sur del Canal Beagle, fundado en 1892.

Quizás traída de los pelos, la fertilidad mental nos conduce a la memoria de la película de Stanley Kubrick de 1980, The shining (El Resplandor), con la célebre actuación de Jack Nicholson.

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