Crecieron con nosotros, o más bien nos mostraron un auténtico cuento de hadas para hacernos viajar en góndolas venecianas.

Henri IV o Enrique Cuarto nos deslizaba el valor de una misa en París, que nos cautiva con su Torre Eiffel, el Sena, Les Champs Elysee, el Museo del Louvre, Notre Dame, Montmartre, el Moulin Rouge (…); luego Roma, entre Papas y Emperadores, sus Piazzas (Plazas) divinas, iglesias y catedrales de orfebrería arquitectónica -amén de esculturas y óleos-, el Coliseo Romano, la Fontana de Trevi, el Palatino (…).

Algunos tuvieron el privilegio de anclarse en la nave de los sueños y transpirar ternuras y bondades, mientras la espontaneidad se encargaba de regalar mensajes en botellas encantadoras para incautos y románticos.

Hasta que nos dimos cuenta que también existen otros cofres de bellezas y países.

En las profusas melodías de violines que despiertan admiración en nuestro Planeta, los elegidos apenas necesitan contar sus virtudes, pero en lo que hoy se denomina Marca País, Latinoamérica proyecta una imagen sólida dentro de este globalizado.

Para Benjamín Liberoff, director nacional de Turismo de Uruguay, hay buenos ejemplos de emblemas que traspasan las fronteras del tiempo, como el caso de la estrella de Mercedes Benz, asociada a determinados valores de seguridad, rendimiento.

-La gente identifica a los Mercedes Benz sin mucho problema y los asocia con Alemania, da por sentado que los alemanes fabrican los mejores autos del mundo…o Suiza con sus chocolates y relojes. Ambos países se beneficiaron con la promoción casi espontánea.

– SUEÑOS Y CAMPANADAS-

Francia no necesita esforzarse para vender París, su cocina gourmet, vinos, quesos, cognac y champañas, y pastelería; Italia tampoco con sus parmesanos, pizzas y pastas, vinos, licores, Roma, perfumes y modas compitiendo con los galos; España lo mismo con sus paellas, chorizos, turrones y mariscos; vinos, deliciosa cocina y hermoso país.

Cuando se habla de cine, al margen de los Hermanos Lumiére, hay un imán que relaciona el vocablo con tres excelencias: Festivales de Cannes, Venecia y los Premios Oscar. No necesitan más

En un inventario de los privilegios de la difusión indirecta o natural, la lista es enorme, con Estados Unidos y la colosal industria del cine de Hollywood, entre muchos ejemplos, Egipto con sus pirámides y China con la más variada cocina del universo, la famosa Muralla y su cultura ancestral.

Empero, tampoco Latinoamérica está huérfana de emblemas. Como me decía Liberoff, Brasil con su música y su carnaval; Cuba con el tabaco; o Uruguay y la calidad excepcional de la carne, como Argentina, que se reserva tangos, y vinos, Buenos Aires y La Patagonia; Ecuador y la mitad del mundo; Perú, con su ascendente arte culinario, el Machu Pichu y el Cuzco (…).

Los balnearios dominicanos, cubanos, mexicanos y del Caribe en general; el gigante sudamericano, Brasil, con la naturaleza a sus pies, café, samba, bossa-nova y la Amazonia; Chile con su enigmática Isla de Pascua, Rapa Nui, con sus increíbles Moai, sus vinos, Atacama, el desierto más árido del mundo, y Magallanes con la Antártica chilena (…).

Colombia, Cartagena de Indias, Medellín, la Cordillera de Los Andes que atraviesa Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Ecuador y parte de Venezuela, el vecino que se precia igual que Colombia de hermosas mujeres. Pero los venezolanos ponderan igualmente el Salto del Angel, Los Roques (50 cayos y 300 bancos de arena) e Isla Margarita.

Apenas campanadas, resentidas de omisiones al vuelo, en una lista casi interminable que revela la validez de los sueños latinoamericanos de ocupar también el lugar merecido de reconocimientos y homenajes.