Sonrisas tímidas y un cierto aire de desconfianza dominan el ambiente en una rústica cabaña a pocos metros del Canal Beagle, Puerto Williams, la ciudad más austral del mundo. Un encuentro con algunos descendientes de la etnia chilena Yagán pretende alentar una conversación llena de curiosidad y enigmas.
Empero, por las mismas razones que tendrían todos los indígenas del continente americano, el recelo es tangible a pesar de nuestros esfuerzos diplomáticos. Apenas quedan 70 u 80 yaganes, no poseen tierras propias y se les exige licencia y uso obligatorio de GPS para navegar en sus canoas.
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