Darwin, la Patagonia y la Antártida chilena

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En su trayecto por el Canal Beagle de 1832 a 1833 era un joven de 23 años, de pelo rubio y ojos azules, a quien la aventura del redescubrimiento de los canales patagónicos y el umbral de la Antártida, le cambiaría la vida para siempre.

No creo que nadie pueda sustraerse de la emoción de lo que significa recrear las rutas que hizo el entonces mozalbete inglés Charles Darwin, a bordo del barco HMS Beagle que terminó por cambiarle el nombre al canal.

Probablemente si le hubiesen preguntado a Darwin, seguiría la denominación original, Onashaga, bautizada así por los yaganes, uno de los pueblos originario que habitó la zona hace alrededor de ocho mil años.

Los yaganes navegaban en sus rústicas canoas las 200 millas náuticas del Canal Onashaga (Beagle). Paradójicamente a los 70 u 80 descendientes que quedan con vida actualmente, se les prohíbe emplear este tipo de embarcación. La Armada de Chile les exige que usen GPS.

Es algo que tampoco entendería Darwin. El desarrollo de su teoría de la evolución del hombre nació en estos parajes y fueron los pueblos originarios sus inspiradores.

El Canal Beagle adquirió su nombre en razón del bergantín británico HMS Beagle.

-EL JOVEN DARWIN

Como viajero del siglo XXI, mientras todavía no se ha cerrado la noche por completo en la travesía de 32 horas en el ferry Yaghan, el infatigable doctor Ricardo Rozzi, director científico de la Reserva de la Biosfera de Cabo de Hornos, me comenta:

-El canal Beagle, el Estrecho de Magallanes, son lugares emblemáticos que inspiraron a Darwin a elaborar su trabajo El origen de las especies, la famosa teoría de la evolución del hombre.

Dentro del privilegiado grupo de científicos y periodistas camino hacia el fin del mundo, hay momentos en que la soledad es buena consejera. Nada se compara con este cielo espectacular, el recreo alrededor de una increíble fauna marina y, por supuesto, los glaciares.

Para que llegáramos a esto, tuvo que existir un hombre intrépido y visionario, el navegante portugués Fernando de Magallanes, que en 1520 descubrió el estrecho que lleva su nombre y permitió entonces confirmar que la Tierra era redonda.

La simplicidad de las palabras no alcanzaría para describir la épica de estos y otros personajes, como el capitán del Beagle, Robert Fitzroy, quien tenía apenas 25 años cuando asumió la empresa de realizar un estudio hidrográfico de las costas de la parte meridional de Sudamérica.

En una suerte de diario familiar que luego trascendería, Darwin tomó nota de su trayecto marítimo que le permitió conocer Cabo Verde, Brasil, Argentina, Chile, Australia e Islas Galápagos.

Testigo excepcional de un terremoto en la ciudad chilena de Concepción, además se topó en Tierra del Fuego con los yaganes. El doctor Rozzi inserta un comentario.

-Cuando estamos en el mar, sentimos una especie de colchón de temperaturas que permite llegar hasta bosques que asemejan a los altos de Perú y Colombia. El turista que llega aquí comprende que el mundo es diferente en el sur que en el norte.

-Esta diferencia que hoy nos deslumbra, asombró también a Darwin.

En las escuelas y coloquios internacionales casi siempre nos presentan a un Darwin con una espesa barba blanca y pálida cabellera. Sin embargo, su trayectoria juvenil que lo hizo un aventurero, fue la base de sus reflexiones y teorías.

Calificó su viaje en el buque Beagle como el momento más relevante de su vida. Su fascinación por los glaciares, la misma que experimentamos nosotros desde el ferry Yaghan el 21 de abril de 2017, quedó plasmada en uno de sus apuntes:

En la mañana llegamos a un punto donde el canal se divide y entramos en el brazo norte. El escenario se hizo imponente, las montañas a la derecha estaban muy altas y cubiertas con un manto blanco de nieves perpetuas: con su derretimiento numerosas cascadas llevan sus aguas a través de los bosques hacia el canal.

Honor a quien honor merece. En estos parajes remotos, la espectacular Cordillera de los Andes cambia su nombre: se llama la Cordillera de Darwin.

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