Suger y Enrique IV: Basílica de Saint-Denis

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París.- Frases y contenidos que marcaron capítulos de la humanidad se asocian casi siempre a protagonistas excepcionales. Si se recuerda el enunciado de “París bien vale una misa”, la figura de Enrique IV entrará en primer plano.

Suger, sin embargo, pudiera antojarse un personaje anónimo. Abad de Saint-Denis, tuvo el inmenso mérito de convertir la basílica en la primera obra de estilo gótico de la historia, “por el honor de Dios (…) y de los Reyes de Francia”.

Enrique IV, que era protestante, se convirtió al catolicismo para alcanzar su coronación. Fue asesinado por un fanático a los 57 años de edad y su cabeza desapareció de su tumba en la Basílica de Saint-Denis alrededor de 1793.

En un sorprendente descubrimiento de la ciencia, en diciembre de 2010 se determinó que, en efecto, una cabeza embalsamada que conservaba un anticuario resultó ser la del “Buen Rey”, como le llamaban, y que volverá pronto a su sepulcro.

De Suger, las enciclopedias populares le dedican poco espacio. Ironías de este laborioso monje, amigo y consejero de los reyes Luis VI y Luis VII, historiador y crucial impulsor en el desarrollo del arte gótico.

“La contemplación de la belleza material nos permite elevarnos al conocimiento de Dios”, uno de los pensamientos que se le atribuye. De hecho la obra monumental de Saint Denis es en gran parte de su autoría.

Saint-Denis, a 15 minutos de París en metro, disfruta todavía la fama del siglo XX cuando Francia conquistó por única vez la Copa del Mundo de Fútbol en 1998, en un precioso y monumental estadio construido a poca distancia de la ciudad.

Pero en realidad, muchas centurias atrás ya su nombre ingresaba en la historia de Francia y de la iglesia católica en especial. Para ser preciso con las categorizaciones de la religión, el templo tiene rango de catedral desde 1966, pero conserva su estatuto de abadía.

Se trata de la última morada de los reyes. La contemplación curiosa e inquietante no permite deslumbrarse ante el entorno gótico y las esculturas que adornan a las tumbas. Simplemente hay algo tenebroso y escalofriante en la Basílica.

Sabíamos de Enrique IV sin cabeza, lo mismo de la infausta María Antonieta y Luis XVI decapitados y muy en particular del capítulo de los terribles martirios a que fue sometido su creador, Saint Denis, primer obispo de París, enterrado allí junto a sus dos compañeros en el año 270.

Del reinado de Dagoberto I, los aportes de Pipino el Breve y la brillantez de Suger.

La historia es rica e interminable por las investigaciones del hombre. Sólo así me explico cómo pude extenderme tanto, cuando lo que en verdad persigo es mostrar las excelentes fotos que ofrece al blog la amiga Yuley Sosa Triana.

Es un lente joven como la autora, que marcha al compás de las nuevas tecnologías. Soplos frescos que regalan las imágenes, como siempre, más elocuentes que millones de palabras.

Ustedes dirán.

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