Aterra que pudo ser uno de nosotros. Esta vez el diseño morboso del terrorismo yihadista apuntó a blancos muy sensibles: una instalación deportiva, un restaurante, una sala de conciertos y bares.
En París, donde disfrutar la vida corresponde a una filosofía intrínseca de la urbe. Para los que alguna vez tuvimos el privilegio de residir en la Ciudad Luz, el shock es doblemente doloroso, aún si ya sabemos que los amigos que allí dejamos están bien.
Continuar leyendo