Hay locuras divinas, otras razonables y la mayoría, inexplicables. Quizás el fútbol reúne todas las condiciones de demencia colectiva y por esta y muchas causas, hace sucumbir cada cuatro años a la mayor parte del universo.
Ahora tuvimos la Copa del Mundo de Sudáfrica-2010 y casi me parece mentira que uno de los eventos que más arrastra a las multitudes haya terminado. Con España coronada con justicia, belleza y técnica, aunque le faltaran goles.
Me permito ofrecer un modesto punto de vista. La verdadera final del torneo se dio entre España y Alemania, sin dudas los dos mejores exponentes del torneo. Lo había vaticinado el pulpo Paul y su pronóstico cumplió con certeza absoluta.
Lo que Paul y nadie pudo anticipar fue la elegancia y respeto por el balón que mostraron la Furia Roja y la Mannschaft, a diferencia de los violentos holandeses que intentaron imponerse a patadas, literalmente patadas.
Es un deporte hermoso y complejo, lástima que con un mercantilismo fuera de control, alejado cada vez más del honor de la bandera y la relevancia del nombre de un club o un país.
Lo asombroso, que ya no lo es tanto, es la sede. Por fin, con imperfecciones y limitantes, Africa, fuente inagotable de magníficos jugadores, recibe la oportunidad de mostrarse al resto de la comunidad internacional. Y no cualquier territorio africano, sino uno de los más emblemáticos.
Volver a ver a Nelson Mandela fue un regalo para la humanidad. Pensemos que hace apenas dos décadas salió de la cárcel después de sufrir 27 años de prisión. Premio Nobel de la Paz, de esos que ameritan ovaciones sostenidas de todos.
En fin, el odioso apartheid y la ignominia de la esclavitud son cosas del pasado, al menos formalmente, y el goce del fútbol es una verdadera fiesta para Sudáfrica, que al margen de muchas otras consideraciones, hace un poco más coherente a este planeta en que vivimos.
He tenido la suerte de vivir los torneos más relevantes del balompié hace ya algunos años. Unas veces en calidad de testigo excepcional, ahí en las canchas, respirando emociones y sudor, y la mayoría como espectador privilegiado.
El privilegio es simplemente porque me han obligado a escribir de fútbol durante los mundiales, lo cual como trabajo paga poco pero permite un placer enorme. Es una de las responsabilidades más agradables que me exigen.
Me siento ante el desafío de las emociones y los matices. Gritar un gol es un acto orgásmico, sin parangón, temible, vibrante. Hacerlo frente a los seguidores del equipo contrario puede ser una invitación al duelo.
No hablo precisamente del duelo entre dos caballeros que respetaban las reglas del honor para dirimir sus diferencias desde el siglo XV. Cuenta la historia que fueron los italianos los primeros en tener un código de duelo en el renacimiento.
Sin embargo, los franceses elaboraron la primera reglamentación nacional de este estilo de combate y finalmente en Irlanda, en 1777, se redactó el código que luego se impuso en los nacientes Estados Unidos de América.
En la Copa Mundial de Sudáfrica-2010 volvimos con los motes y calificativos de equipos y jugadores. Así que para ganar tiempo, recordemos que los italianos son los actuales monarcas y se les conoce como los “azzurri”, la “Squadra Azzurra” o los cultores del “catenaccio” (cerrojo defensivo).
A los franceses les llaman Les Bleus, algo similar a sus vecinos europeos en referencia al color predominante de sus trajes, azul.
Los del Hexágono, por la forma geográfica del país, llevan en su pecho el emblema de Les coqs (Los gallos), me decía un experto conocedor de idiomas y etimologías, el origen de que los denominen asimismo como “los galos”. Pero esa es otra larga historia que se remonta al Imperio Romano.
Más interesantes son las denominaciones de otros elencos. Los Bafana Bafana (los chicos en zulú) para Sudáfrica, los “Leones” de Camerún, Argelia nada menos que “Los zorros del desierto” y Costa de Marfil, los “Elefantes”.
Alemania es simplemente la “Mannschaft” o los “Pánzer”, México, “El Tri”, Uruguay “la garra charrúa”, Brasil “la canarinha” o la “verdeamarella”, España “la furia roja” y Argentina “la escuadra albiceleste”, entre otros.
Le tocaría en tierras del continente negro a sudamericanos o africanos, pero España se antoja con mucha fuerza, calidad y alegría en su juego. Brasil, el “penta”, eterno favorito con un campeón al Dunga y el lujo de una escuadra de estrellas que lidera Kaká.
Oh la lá, los españoles de David Villa, Xavi Hernández, Cesc Fábregas, Fernando Torres, Iker Casillas…. Ya fueron campeones europeos en 2008, así que con el empujoncito, de cierta manera agónico y sufrido, conquistaron la gloria.
Argentina, con Lionel Messi fue un espectáculo a medias, lo mismo que el “show” permanente del “Pibe de oro”, Diego Armando Maradona, en su condición de director técnico. No olvidar a la Inglaterra de Rooney y Steven Gerrard.
Al Portugal de Cristiano Ronaldo; a un México que viene crecido y desde hace algún tiempo roza, se aproxima y acaricia las puertas del firmamento; el Camerún de Samuel Eto´o; Costa de Marfil y Ghana, pese a las bajas de Drogba y Essien …
Voilá. Todo esto forma ya parte de la historia del apasionante deporte. Alegrías y decepciones. Cuatro años pasarán para retomar este increíble universo, con Brasil-2014 en la mira.
Me da un poco de rabia cuando con ironía me preguntan ¿Cuándo juega tu país? De nada vale explicar que lo nuestro es el beisbol, el boxeo, el judo y el atletismo; ni siquiera recordar nuestro 5to puesto en las Olimpiadas de Barcelona. Quisiera entonces apartarme de la locura, de la fiebre por el futbol, pero al final sucumbo al fanatismo más simple y sentimental. Algún día estaremos, mientras tanto a gritar un poco con frenesí encantado y encantador
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Ciertamente la isla caribeña ha sido a lo largo de los años una excepción dentro de la regla apasionada de que el fútbol es como un mandamiento adicional. Lo más aquí ahora en Sudáfrica es el mercantilismo y la falta de amor a la bandera y la camiseta de no pocas estrellas. Para bien nuestro, Latinoamérica ha mostrado su rostro noble. Gracias.
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