La obsesión por los olores de Jean-Baptiste Grenouille convirtió al protagonista de la novela El Perfume en un personaje antológico y a partir de sus sensaciones, el escritor alemán Patrick Suskin pretendió de forma implícita dejarnos un tratado sobre el tema.

Recuerdo todavía cómo la actitud demencial de Grenouille terminó por transmitirse a la vida real. En lo personal me tomó más de un mes quitarme la pesadilla de anhelar distinguir los olores a cada paso, aunque era difícil igualar a la figura ideada por Suskin.

Hay sensaciones nasales que se antojan proclives al gusto, pero no era el caso de Grenouille, -apellido que en francés quiere decir rana- inodoro en si mismo y enloquecido por crear esencias apetecibles para ser devorado.

Aunque son muchas las distancias, se asemejaba un tanto al relato de Marcel Proust a partir de la magdalena con una taza de té, o al revivir otros momentos de su vida a partir del paladar y el olfato.

Más allá de apuestas y reflexiones, la ciencia está convencida cada vez más de las propuestas amorosas a través de uno de los sentidos menos valorado. Son una suerte de perfumes aventureros, que no existen ni siquiera en las reputadas Boutiques de París.

Cuando se entabla una relación hombre-mujer, casi nunca los pretendientes prestan demasiada atención a los olores. La higiene, el porte, la elegancia de los gestos y la profundidad en el diálogo, son elementos primordiales para agradar al interlocutor.

Sin embargo, un estudio realizado por el profesor Luis Monti-Bloch, de la Universidad de Utah, Estados Unidos, intenta demostrar que en última instancia, la percepción de los aromas que emanan del sistema inmune del ser humano decide la elección de la pareja.

Dicho en otras palabras, el conocido beso esquimal no es sólo el roce de las narices, sino también una olfateada mutua.
-OLFATO MARINO

“El sentido de la vista y el olor interactúan e influyen en gran medida en la atracción que sienten dos personas”, asegura el investigador francés Pierre Bertrand.

Para abundar en la teoría, pongamos los elementos que aporta el equipo de científicos de la Universidad de Cardiff y la Sociedad Max Plank.

Afirma haber encontrado en un estudio con peces espinosos (Gasterosteus aculeatus), que los machos con olor corporal particularmente atractivo para las hembras producen pequeños fragmentos de proteínas (conocidos como «péptidos»).

Para probar esto, los investigadores produjeron un “perfume sintético” que contenía una mezcla de péptidos. Manipulando la combinación de éstos en el perfume, el atractivo sexual de los machos podría ser aumentado. En el experimento, ninguna de las hembras podría ver a los machos.

El resultado fue sorprendente y no pocos hombres despechados quisieran aplicar la fórmula en su piel. Pero no se puede, porque no son peces.

Imagínense, los machos previamente rechazados por las hembras se volvieron irresistibles después de que el perfume sintético les fuera aplicado.

-!TRANQUILOS, HAY ESPERANZAS!

Según la doctora Sian Griffiths, de la Escuela de Biociencias de Cardiff, si los peces espinosos usan las mismas moléculas para comunicar información acerca de su sistema inmunológico que emplean otros vertebrados, este experimento podría extenderse a muchas especies animales, ¡INCLUYENDO A LOS HUMANOS!.

“Los humanos hemos usado perfumes desde hace miles de años. Sin embargo, parece que nuestra elección del aroma depende de nuestros genes MHC. Quizá estos resultados explican por qué algunos perfumes huelen bien en algunas personas y mal en otras, dice la Dra. Griffiths.

Durante mucho tiempo se pensó que el ser humano carecía de feromonas y que solo las tribus primitivas le concedían importancia al olor corporal. No existían los dos pequeños hoyos (uno en cada fosa nasal) llamados órganos vormeronasales capaces de entender el significado de las esencias que emite el cuerpo.

El equipo investigador de la Universidad de Utah utilizando los más sofisticados microscopios, descubrió el famoso órgano en cada fosa nasal del hombre.

Al mismo tiempo, determinó que las glándulas apocrinas –que forman parte de las sudoríparas- son una gran fuente de esa sustancia y por lo tanto se puede creer en la emisión de feromonas de los humanos.

Los científicos se quejan de la poca atención que se le presta al olfato, no obstante su enorme relevancia. Y para confirmarlo, recuerdan que el 90 por ciento del sabor de un alimento proviene de su olor.

El paladar sirve para determinar entre salados, dulces, amargos, ácidos y agridulces. Entonces, volvemos con lo mismo, el olor es el efecto determinante para la atracción entre sexos y si se inventara aquella esencia mágica de Grenouille (…) uffff!

Existe un segmento del ADN denominado Complejo de Histocompatibilidad Fundamental (CHF), también conocido como Código Principal, que funciona como los ojos del sistema inmune. “Los animales lo hacen de forma extrovertida, mientras los humanos olfatean instintivamente”, señalan los científicos.

Expertos británicos, franceses y norteamericanos admiten que por ahora el aroma del sistema inmune es una suerte de misterio. Las manos, las mejillas, el cuero cabelludo son los centros de emisión de feromonas y los causantes principales de que sea en verdad la nariz y no el corazón el que se enamora.