La brisa que llega del mar ya viene acompañada de un silbido musical. Al pentagrama le añadieron olas al configurarlo y en el silencio de la noche, ninguna melodía acompaña mejor la soledad que las aguas procedentes de océanos, ríos y lagos.
Deslumbran sus sonidos cuando atemperan sus impulsos y se hacen complacientes, relajantes o románticos. Pero también pueden llegar a ser terroríficos con sus exabruptos por huracanes, sismos que devienen tsunamis o poderosas tormentas. Al final, como dice Joan Manuel Serrat, Que le voy a hacer/si yo/nací en el Mediterráneo.
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