París, de temporadas

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París.- Ahora que están de moda las temporadas en las series televisivas, parecería conveniente hablar de París en una cuerda diferente del tiempo, pero la Ciudad Luz se antoja impasible y con el sello de eternidad que le compite a Roma.

   Nunca nos desencantaremos ante la Torre Eiffel, Les Champs Elysées, el Louvre, la catedral de Notre Dame aún en restauraciones, ni con los puentes del Sena. Tampoco, con el Coliseo y Foro Romano, el Vaticano, el Palatino, las Piazzas y la Capilla Sixtina.  

   Lo de Roma no es un intento de comparación, porque sería absolutamente absurdo. Aunque, bien mirado, tiene algo de lógica, como demuestra el propio enunciado del hermanamiento entre ambas: “Sólo París es digna de Roma; sólo Roma es digna de París”.

   La originalidad de este acontecimiento, oficializado el 30 de enero de 1956, es que París y Roma son las únicas que tienen un hermanamiento exclusivo. A diferencia de otras urbes, ambas se tienen en una muy elevada estima.

   Durante el 60 aniversario del hermanamiento, en 2016, las dos ciudades iluminaron mutuamente los principales monumentos y palacios con los colores de las banderas de sus respectivos países, la francesa en Roma y la italiana en París.

   Como buen amante apasionado de la capital francesa, con frecuencia amigos y conocidos intentan buscar un veredicto definitivo en mis valoraciones. La verdad es que siempre termino con el omnipresente “empate técnico” del ámbito deportivo.

   Guardan ambas ciudades un cofre gigante y extraordinario de tesoros de la arquitectura, la historia y la cultura, a la vez que sobresalen como paraísos de la naturaleza. Más allá, la famosa frase gala, “La joie de vivre” (la alegría de vivir), imprime un donaire especial tanto a París como a Roma.

-MIDNIGHT IN PARIS

   En mi nueva temporada en la espléndida urbe francesa, “que no se acaba nunca” como escribía Hemingway en “París era una fiesta”, después de vivir allí 5 años y visitarla una veintena de veces, me encontré un poco con la saga de Woody Allen.

   Aquella declaración de amor eterno de Allen en su película Midnight in Paris (2011), subrayada por los nuevos amantes (Léa Seydoux y Owen Wilson), caminando por el puente Alexandre III, de que París es también muy hermoso con la lluvia.

   Y frio, añadiría, en mi más reciente “temporada” parisina, donde con los amigos Mendi e Ilean, llegamos a caminar 55 kilómetros en cinco días, en ningún momento quejosos del clima. Ici, c est Paris, repetí, parafraseando el lema del club de fútbol PSG.

   Además de los imperdibles de siempre (Eiffel, Elysées y Notre Dame), el Quartier Latin (Barrio Latino), acercándonos al taller de Pablo Picasso en la rue Des Grands-Agustins, donde pintó Guernika; al famoso Pont Neuf y por supuesto, a la degustación de los menús de la zona, donde Ilean y yo nos decantamos por un exquisito pato a la naranja acompañado con un Beaujolais, mientras Mendy apostó por unas lentejas con salchichas poco atractivas.

   El Louvre, repitiendo la experiencia de la aglomeración alrededor de la sacrosanta Mona Lisa, y el entrañable Musée de Orsay, con una multitud sorprendente bajo la lluvia, para ver una exposición temporal del noruego Edvard Munch (El grito) y de las colecciones de esta coqueta otrora estación de trenes.

   Había que volver sobre los pasos de Montmartre, tomarse un vino frente a la Place du Tertre (de los pintores) y acercarnos a las huellas de los viejos cabarets y tabernas, luego de visitar Sacré Coeur.

París, "toujours", siempre de "temporadas". No pide permiso, ni pretende tratos especiales. Simplemente, sigue impasible y adorable.

   Del boulevard de Saint Germain-des-Pres, ingresar en la iglesia y asomarnos a esas tres joyas de la historia y el arte, los bares restaurantes Le Deux Magots, Café de Flore y Le Procope, sin dejar de aprovechar la oportunidad de disfrutar de los Chocolat Viennois.

4 comentarios en “París, de temporadas

  1. Una delicia de paseos y de ciudad. La verdad es que con muchos contrastes también, el Metro por ejemplo no es tan limpio y moderno como los de Londres y Madrid. Aunque el encanto es indiscutible.

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