Tenía el cabello largo y rojizo, enormes pestañas, ojos claros y fina nariz. Casi todos los componentes de la perfección en la belleza femenina, salvo un detalle, un pequeño detalle, el profuso olor a shampoo de manzana.

Hubo una época en que se puso muy de moda el shampoo de manzana. Para mi era un problema. De hecho, todavía lo es.

Curiosidad, el vocablo shampoo proviene de una palabra anglo-hindú que significaba “amasar los músculos o masajear”.

Un inmigrante de la India, Sake Dean Mahomed, introdujo en 1759 en Brighton, Reino Unido, los baños de «shampoo» conocidos como Mahomed’s Indian Vapour Baths (Baños Indios de Vapor de Mahomed). Fue bautizado como “Cirujano” del Champi (vocablo indio) por los reyes George IV y William IV.

En la actualidad es un elemento imprescindible del cuidado y belleza del cabello entre los seres humanos, con una influencia relativa en la sensualidad femenina y tal vez menor impacto en el atractivo masculino.

Empero, respecto al llamado complejo de histocompatibilidad del cromosoma 6, dicho en palabras más terrenales, tengo animadversión por el shampoo de manzana. Aquella chica de la cual hablaba al inicio era lo más parecido a Amy Adams, con exuberancia latina.

Juro que lo intenté. Recuerdo siempre como referencia -aunque venga de muy cerca- mi post sobre Perfume y amores: https://faustotriana.com/2009/11/13/perfumes-de-amores/.

Un estudio realizado por el profesor Luis Monti-Bloch, de la Universidad de Utah, Estados Unidos, intenta demostrar que en última instancia, la percepción de los aromas que emanan del sistema inmune del ser humano decide la elección de la pareja. Mi Amy Adams no pasó la prueba.