Era uno de los sitios mágicos de Paris. Pero desde este maldito 15 de abril de 2019 ya nunca más será igual. Nos deja la Catedral de Notre Dame, sumida en llamas, arrancando sueños y esperanzas de devotos y románticos.

A un costado del emblemático templo, el Sena se llenaba de restaurantes flotantes. Al anochecer, con una copa de vino y el tránsito pausado de embarcaciones sobre el majestuoso río, era como estar bendecidos en el paraíso.

No pocas veces, sin recursos suficientes, unos quesos y vinos franceses comprados en supermercados hacían el mismo efecto.

Descorchar en las orillas del Sena y con Notre Dame a la vista, era uno de los tantos privilegios de vivir en París.

Con la Ciudad Luz mi historia de amor fue a primera vista. De esos flechazos con guantes de terciopelo que no requieren de segundas presentaciones. Yo sigo perdidamente rendido ante los encantos de las improntas y perfiles parisinos.

Se llamaba Lutecia y nació en un pequeño islote para el alumbramiento de París. Desde allí comenzó todo y el mundo la asumió como uno de sus iconos.

En unas horas la Catedral de Notre Dame será, paradójicamente, la imagen de la tragedia en plena Semana Santa. Cambiará un pedazo de historia, aunque seguiremos amando al símbolo

Pero sobrevive a la esperanza, sus dos imponentes torres siguen en pie, el campanario que nos regala una mirada sobrecogedora del París de Víctor Hugo no dejará de sonar…