Pinceles: Suzanne Valadon y Maurice Utrillo

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Suzanne y Maurice
París.- Nunca he podido olvidar los pasajes de Vincent Van Gogh y el único cuadro que vendió en vida a través de su hermano Theo. Ni los litros de café negro que bebía Honoré de Balzac para sus noches en vela que pagarían deudas con cuentos por entrega.

Van Gogh murió a los 37 años de edad, después de arrastrar graves problemas psiquiátricos. Nunca conoció la fama ni fue ponderado en vida como uno de los grandes pintores de todas las épocas.

Balzac tuvo mejor suerte y alcanzó el pináculo de los elegidos con su monumental Comedia Humana. Pero Camille Claudel, la musa y ex amante de Auguste Rodin, vio relegado su extraordinario talento de escultora a un asilo para dementes.

Hay otras historias francesas que además de conmovedoras, descubren curiosidades. Trayectorias sorprendentes como las de Suzanne Valadon y Maurice Utrillo, esplendor del impresionismo, cierto coqueteo con el cubismo y luego la impronta irreverente.

La primera novedad que los hizo amorosamente inseparables, con arrebatos de celos, profunda tristeza y autodestrucción, se entrelaza en el nexo madre-hijo.

Suzanne Valadon, como es apreciable en algunos retratos de finales del siglo XIX, fue una bellísima mujer. Modelo de Renoir, Toulouse Lautrec y Chavannes, tuvo un hijo en 1883 al que nombró Maurice, cuyo apellido se dio por gentileza de uno sus amantes.

El ingeniero español Miquel Utrillo, de cierto prestigio, permitió dar su apellido. Nunca se supo quien fue el verdadero padre de Maurice.

Las biografías tienen la tendencia a sintetizar los hechos de manera simplista o, en el mejor de los casos, a ofrecer una larga y extenuante novela fiel con el más exquisito estilo aburridor.

Para eludirlas, hay una receta que funciona, al menos en París. Las exposiciones temáticas, como la denominada Valadon/Utrillo en la Pinacoteca de la Ciudad Luz, frente a la espléndida iglesia de la Madeleine.

Los salones son pequeños, atiborrados de frases y cuadros. Sin embargo, la fascinación aparece como flechazo a primera vista. Los trazos de los pinceles van marcando el ritmo y los estados del alma en este extraordinario binomio.

El impresionismo de quien más adelante fuera conocido como El pintor de Montmartre, parece apoderarse del joven amigo de Modigliani, cercano de Picasso, díscolo en sus tertulias de Le Bateau Lavoir y el cabaret Le Lapin Agile.

Utrillo hace amistad con un joven bien parecido y de iguales inquietudes por la plástica: André Utter. Se convierten en compañeros de aventuras hasta la aparición de Suzanne Valadon.

Con apenas 23 años, Utter se enamora apasionadamente de Suzanne (quien casi le dobla la edad) y lo que entonces muchos denominaron la Trinité maudite (grupo familiar famoso y autodevastador), termina siendo la tragedia definitiva de Utrillo.

Los seres humanos y la alegría desaparecen de sus cuadros. Llega la transición de sus etapas pictóricas más relevantes, del Montmagny al “periodo blanche”, quintaesencia de su arte. No puede esconder su eterna melancolía.

Afloran sus aislamientos, celos y una relación permanente de amor y odio hacia su madre. Paradójicamente, ocurre lo contrario en Suzanne Valadon.

El alcohol se apodera de Utrillo de forma demoledora. No resiste ya los hombres que pasan por la vida desprejuiciada de Suzanne. Así y todo, su pincel trabaja incansablemente, recrea Montmartre, desolado y nostálgico.

Pueblitos, castillos, paisajes rurales, catedrales, con un sello de la Escuela de París de inicios del siglo XX y toda la firmeza de su trazo arremolinado, de apariencia desenfadada.

Es el impacto visual que deja Utrillo, para muchos especialistas. Muy poco valorado en su tiempo, con un final deprimente.

Había fallecido en 1938 su progenitora y ya para entonces se dejaba abrazar por el abismo. Pintaba cualquier cosa que le permitiera costear sus bebidas y en 1955 moría desprestigiado, prácticamente en el anonimato.

Varias de sus obras más relevantes son tesoros que exhiben entre otros el San Francisco Art Museam de Estados Unidos, donde se encuentran los cuadros Mont Saint Michel y Le Moulin de la Galette. En el Hermitage de San Petersburgo está Rue Custine a Montmartre.

-MARIE CLEMENTINE VALADE
VALADON
Eres de los nuestros, le dijo categóricamente Edgar Degas a Suzanne Valadon al apreciar sus primeros trazos. Pero esta suerte de primer final feliz arrastraba muchas batallas. Nació con el nombre de Marie Clementine Valade y fue acróbata de circo.

Un grave accidente la alejó del trapecio y fue así como llegó a modelo. No desaprovechó la oportunidad y aprendió a pintar, fijándose en cada detalle de la técnica de sus maestros.

«Quiero ser amada por los hombres que nunca me habrán visto, que se quedarán soñando frente a un cuadrado de lienzo donde, con mis colores, habré dejado un poco de mi alma.»

Sus romances estremecieron a la sociedad que se resistía a aceptar a una mujer en el mundo de las artes. Jamás se detuvo ante  sus detractores, mientras practicaba con finura la plástica.

Dicen que llegó a volcar sus esfuerzos en un solo lienzo durante 13 años. Era preciosista hasta el más mínimo detalle y cuando se permitía mostrar un cuadro lo hacía plena de satisfacción.

De sus amantes y amigos entrañables siempre obtuvo algo a cambio. Lautrec fue quien le pidió adoptar el nombre de Suzanne Valadon, Degas le dio la bendición como artista, el músico Erik Satie le inspiró un retrato (…).

En la Butte (la cima de Montmartre) se le veía con frecuencia en la Place de Tertre. Pero en sus placeres intimistas, concibió uno de sus clásicos con Utter, la pesadilla de Utrillo y su compañero durante 30 años.
ADAMEVA
Adam y Eva marcaría el primer desnudo masculino pintado por una mujer, luego atemperado con una hoja de parra. Eran en realidad la propia Suzanne y su queridísimo André los modelos del cuadro.

La habitación azul, Autorretrado y Desnudo con colcha de rayas se incluyen entre sus toques especiales de distinción. En sus funerales en París, el 7 de abril de 1938, estuvieron Pablo Picasso, Georges Braque y André Derain.

2 comentarios en “Pinceles: Suzanne Valadon y Maurice Utrillo

    • Cosas del arte que se repiten con frecuencia. Es bastante difícil la valoración a tiempo de los talentos, aunque hay una tendencia a mejorar esto. De todos modos, el arte casi siempre parte de elementos subjetivos.

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