
Recinto del adiós a Chopin
París.- Cerca de la Plaza de la Concordia, no lejos del teatro de la Opera, una iglesia llamada la Madeleine parece absorbida por la disyuntiva de los símbolos. Uno de ellos es París, el resto, lo humano y lo divino.
Sin el donaire de Notre Dame o el Sacre Coeur (Sagrado Corazón), la Madeleine acaricia sus encantos a partir de un diseño irreverente. Pero sobre todo, la rodean pasajes inolvidables.
El 30 de octubre de 1849 fue velado allí Fréderic Chopin, el célebre compositor y pianista polaco. Por voluntad expresa en su testamento, se ejecutaron ese día en la Madeleine sus preludios en Mi Menor y Si Menor, y como colofón, el Requiem de Mozart.
Había muerto el 17 de octubre en su apartamento del número 12 de la Place de Vendome, a pocos metros de la iglesia. Fue enterrado en el cementerio parisino de Pére Lachaise, donde se tocó la Marcha fúnebre de su Sonata Op.35.
Chopin es para algunos musicólogos la extensión, con otras características, del retrato de Wolfgang Amadeus Mozart. Ambos tuvieron un paso fugaz y tormentoso por la vida. El maestro polaco se despidió apenas a los 39 años y el genio austríaco a los 35.
Católicos o ateos ingresan a la Madeleine seducidos por la curiosidad de esta suerte de templo greco-romano. Tiene nombre de mujer, con una fonética más cercana a la pronunciación en castellano de Marlene.
Al final se denomina en español la iglesia de Santa María Magdalena de París. Se asemeja un tanto a la construcción de la Asamblea Nacional, cuya mirada es frontal en el tramo de alrededor de dos kilómetros, o quizás al Panteón.
El capítulo de Chopin le ofrece una prestancia singular, aunque no es por supuesto la única. Probablemente es el santuario católico más atípico de Francia, con una estructura de corte iconoclasta de rasgos excepcionales.
Ecléctica y desafiante, con un estilo arquitectónico tan polémico que hizo prolongar su construcción durante casi 80 años. No es, sin embargo, un dechado de virtudes, aunque sus envolturas acentúan curiosidades y disfruta del privilegio de la ubicación.
-LOS 10 MANDAMIENTOS
Dos enormes portones revelan los 10 mandamientos a relieve en su monumental entrada, luego de flanquear los escalones que recuerdan el ascenso hacia los emporios romanos de antaño. Dentro, se distingue el trazo barroco sin derivaciones espectaculares.
Sacudidas políticas e ideológicas merodearon la historia de la Madeleine, desde que Luis XV puso la primera piedra en 1765 y eligió al arquitecto Contan d´Ivry para su levantamiento.
Iniciadas las obras, D´Ivry falleció repentinamente en 1777 y fue su alumno Guillaume-Martin Couture el encargado de asumir el proyecto. Pero tenía una influencia notable del maestro Soufflot, quien se encargaba entonces de construir nada menos que el Panteón.
La Iglesia de Santa Genoveva, convertida más tarde en el Panteón, donde reposan los restos mortales de ilustres de Francia, Aux grand hommes la patrie reconnaissante (A los grandes hombres, la patria agradecida).
Couture sugiere una iglesia en cruz griega en lugar de latina, con gran pórtico de columnas corintias y un enorme domo. Se daba entonces una transformación significativa.
La Revolución francesa de 1789 hizo detener el proyecto cuando ya la construcción se encontraba a la altura de los capiteles de las columnas. Un paréntesis cuando el catolicismo no era muy popular y nuevas ideas hasta su reanudación en 1804.
Sería a partir de entonces un rosario de alternativas, como un palacio para la Convención Nacional, Templo de la Revolución, Biblioteca Nacional o teatro para la ópera.
Napoleón I estableció por decreto en 1806 para levantar un templo inspirado en la arquitectura greco-romana, consagrado a la gloria del ejército francés, a cargo de Pierre-Alexandre Vignon.
Vignon se vio obligado en 1807 a demoler casi todo lo existente aunque recuperó las columnas. Cae Napoleón en 1815 y entonces Luis XVIII pretende dar al edificio un carácter religioso expiatorio.
Objeto de los más diversos deseos, tal vez por el lugar privilegiado, la Madeleine llegó a ser Templo de Homenaje a la Gran Armada, hasta que por fin el 24 de julio de 1842, día de Santa María Magdalena, fue inaugurada como iglesia católica.
Además de Vignon, Huvé, Lemaire, Ziegler, Marochetti, Rude, Pradier y Henri de Triquete, fueron protagonistas en el diseño y construcción de la obra. Su gran órgano de Cavaillé-Coll fue instalado en 1846.
Cosas del azar, Aristide Cavaillé-Coll fue considerado uno de los más relevantes fabricantes de órganos de Francia y del mundo. Era ferviente admirador de Fréderic Chopin.
Acogido con admiración en París desde 1831 por su indiscutible talento, pero marcado por sus océanos de fragilidad y melancolía, Chopin fue blanco también de murmuraciones a partir de su relación con la escritora feminista George Sand.
Vivió inicialmente en el boulevard de Poissoniere, frecuentó a los bohemios café Procope y Tortoni, y en su testamento pidió ser enterrado en París, pero con la condición de enviar su corazón a la iglesia de la Santa Cruz de Varsovia.
Al lado de su tumba en el cementerio Pére Lachaise, la lápida de un músico de la época revela: pianista y compositor.
En cambio, con toda la sobriedad y elegancia de los grandes, apenas se puede leer a un costado el nombre de Fréderic Franciszek Chopin (1810-1849).
Cuando le das fin a sus inútiles vidas pueden tirar una perla que no sirve para nada, bueno, solo para encontrar el stronghold y entrar al End.
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Un punto de vista respetable, pero con el cual obviamente no coincidimos.
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Reblogueó esto en Un lunar en la punta de la narizy comentado:
Nunca serán suficientes las palabras para homenajear a los grandes de la música
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