Un viejo conocido que cumple a la perfección con las dos categorías, me dijo hace poco, sin ambages ni pretextos plausibles, que ya sus erecciones habían pasado al olvido. “Voy a cumplir 80 años”, confesó con cierto aire dramático.
Yo estaba sentado en un butacón y me hundí lo más posible. En realidad no sabía que responder y lo único que se me ocurrió fue lo clásico: “pero te conservas muy bien”.
Continuar leyendo