Michael Haneke se precia de ser un cineasta sincero, capaz de abordar los temas sin ambages, lejos de caminos trillados ni pasajes edulcorados. Con Amour, su demoledora película sobre la vejez y la dignidad humana, ofrece un desgarrador retrato pleno de ternura.
No voy a extenderme demasiado. Sólo pretendo hacer una invitación a los que gustan del cine inteligente, profundo y nada comercial. Una suerte de mensaje dirigido a las inquietudes e interrogantes alrededor de la vida y el indefectible camino hacia la muerte.
Austriaco de origen alemán, Haneke tiene encantada a Europa desde el inicio de su carrera, pero ahora fue un poco más allá y por fin logró el reconocimiento de Hollywood con Amour. Se trata en verdad de una cinta insoslayable.
Lejos de fórmulas convencionales ni de rincones plañideros, se aplica bien al encasillamiento de “artista perturbador”. Diría más. Desafiante, profundo y estremecedor en sus propuestas y, sin embargo, con el fino detalle de incomodar sin petulancias.
Me confieso un sentimental de las obras artísticas redondas, bien concebidas y por mucho que me esmera, me cuesta esconder alguna lágrima cuando el largometraje resulta conmovedor en su propuesta.
Con Amour, empero, apenas sentí alguna que otra vez el habitual nudo en la garganta. Ya con La Pianista (Isabelle Huppert, Annie Girardot y Benoit Magimel) nos había acostumbrado a no esperar ningún lugar común en sus historias.
Mi mujer y yo los admiramos mucho (…) le dice el casero a George a mitad de filme Amour en la única referencia a priori de una sensibilidad espeluznante, que nos hace reflexionar con un respeto ético imperturbable.
Apegado a la idea de rodar básicamente con actores franceses, Haneke (Caché, Funny Games) se convirtió en niño mimado de los Festivales de Cannes, con Premio del Jurado para La Pianista (2001) y sendas Palmas de Oro a La Cinta Blanca (2009) y Amour (2012).
Ya en La Cinta Blanca, una cruda parábola sobre la violencia que el propio Haneke califica de “origen de todo tipo de terrorismo, sea de naturaleza política o religiosa”, desliza su concepto de trascendencia contenida, tal vez displicente ante la posibilidad de situarse en el umbral de una obra maestra.
En fin, que con Amour es capaz de seducir aún en la justificada lentitud de su tempo. No juzga, expone. Y, muy en especial, ofrece un relato sólido, desolador, humano, duro, directo.
Definitivamente tierna y hermosa.
Onírica y llena de fantasmas unipersonales, Haneke acude al Bogart francés, Jean Louis Trintignant (El conformista, Un hombre y una mujer), Isabelle Huppert (La pianista, La ceremonia, Extrañas coincidencias) y la increíble Emmanuelle Riva (Hiroshima mon amour).
Para mí, un trío de actores intachables, “monstruos” del histrionismo.
Aunque escribo, con los ojos empañados del recuerdo:
…la imagen de la Anna de Emmanuelle Riva me acompañará el resto de mi vida. Me quedó grabada en el corazón.
Es una de las películas más sensibles y crudas sobre el tema del envejecimiento. Una joya!
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De las actuaciones más memorables. Dos actores que refrendan el raigambre del cine francés.
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Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, dos «monstruos» del cine francés, y una mano experta de Michael Haneke. !Gran película!
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Hay un tipo de cine como este de Amour que parece estar más aterrizado con la realidad y es más analítico y profundo.
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Es un cine más comprometido con la realidad de la vida, a veces muy vertical pero de una factura impecable.
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