Santa María la Blanca de Valdivia, fundada en 1552, se antoja un destino lleno de magia con una cuenca hidrográfica de más de 130 kilómetros de cuatro ríos que confluyen y arrastran en sus corrientes a los visitantes más sui-géneris de la ciudad: lobos marinos.
Sería difícil sustraerse de la presencia de estos mamíferos que han llegado a circular por las calles de la urbe. Circundan la Feria Fluvial, de donde reciben alimentos y se cuentan por lo menos a 24 ejemplares, uno de ellos bautizado como Goloso, de 200 kilos de peso. Despiertan curiosidad y ofrecen una pincelada más al turista, aunque son peligrosos.
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