Look right, look left, pero la advertencia es insuficiente, porque el tráfico al revés marea. Es uno de los contratiempos de Londres, la capital británica que durante poco más de un mes se ha convertido en centro de noticias mundiales.
Está escrito por doquier, pero es difícil acostumbrarse y hasta peligroso, porque los ingleses funcionan al revés y toman té a las cinco de la tarde, y stout (cerveza negra) y rubia y de cualquier tipo a cualquier hora.
No basta con mirar a la derecha o a la izquierda. El asunto plantea un reto para el cerebro. Porque también subir o bajar escaleras tiene su truco. Luego están esos buses rojos de dos pisos, que han servido asimismo como medio de transporte oficial olímpico.
En suma, cabbies, los taxis londinenses, típicos por su color generalmente negro y con una línea antigua que se reproduce desde 1945 por la marca LTI Vehicles. Para completar las cabinas telefónicas, de madera con cristales y rojas del mismo tono.
Nada de esto neutraliza el gris de la urbe, que con rayos de sol se antoja bella y atractiva, pero con la fina llovizna habitual y el frío hasta en el propio verano, le hace perder puntos.
De todas formas, vale la pena mirar más allá de la punta de la nariz. Darse una vuelta por el London Bridge Tower, el puente colgante ahora con los cinco aros olímpicos; Westminster, el sacrosanto Big Ben y el London Eye; el Palacio de Buckingham, el Soho con Picadilly Circus y la Plaza Trafalgar, es un privilegio.
Luego el entusiasmo, las emociones y el intercambio en las instalaciones deportivas. Los XXX Juegos Olímpicos son el mejor regalo a Gran Bretaña posiblemente de los últimos 50 años. Ojalá y sirva de algo para ese espíritu de confraternización humana que en la práctica tanto le falta al mundo.
Hay tanto que contar de Londres que haría interminable el artículo, pero el Canden Market es espactacular, existe un sitio donde los Corsarios y Piratas vendían los objetos que se apropiaban en America y sigue existiendo como lugar de venta de antiguedades a cargo de otros tipos de Piratas.
La National Gallery, hay tanto que ver y contar que se le explota el hipotálamo a cualquier mortal, en fin Londres tiene mucho que ofrecer.
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