Hace unos años, veinte para ser más preciso, un amigo escribió sobre la crema milagrosa que eliminaría las máquinas de afeitar. No he cesado desde entonces de preguntarle, al estilo de la canción de Jennifer López, ¿y la crema pa´cuando?

Parece que los grandes fabricantes no han encontrado la fórmula de la transición sin perder dinero. Tuve esperanzas, porque la barba no es una opción para mi. Toda la vida me repitieron que me brotan pelos de chino, algo que bien pensado sería preocupante (…).

No tengo ascendencia asiática, sino canaria y catalana. Pero al final no se si fueron mis ancestros los creadores de este invento de la ciencia, retardado por las transnacionales de la industria de artículos para rasurar.

Me han contado que no es el único caso. Personalmente, me tocó el privilegio de conocer detalles de las tecnologías de la computación de una reputada agencia de noticias que provenían de la esfera militar. Lo normal es que lleguen al mercado 20 o 30 años después de ser empleadas con fines bélicos.

La astronomía, por cierto, es una de las ciencias que más aportes ha hecho a la humanidad en términos generales. Los teléfonos celulares, la técnica de comunicación satelital y hasta los sintetizadores musicales, le deben bastante al dominio de estrellas y planetas.

Lamentablemente antes de ingresar en el mercado, debieron pasar por un proceso de control impuesto por los gurús del comercio que dice explícitamente: no so fast, please (no tan rápido, por favor).

Sospecho que el sector de la medicina puede ser igualmente víctima de los inventos retardados. Los estomatólogos, enjuagues bucales y el blanqueo de la dentadura andan en una complicidad cercana al irrespeto.

Lo escribo porque de hecho, se trata de un llamado a la reflexión y ojalá a la acción. Asimismo porque tampoco soy lampiño y anhelo estar en posesión de la crema maravillosa para afeitarme (…)