Redes sociales, nuevas tecnologías y realitys show. Son los cambios del momento más visibles en el mundo. En modo provocador, diríase, el cine no podía estar ajeno a las tendencias actuales.

Elle (ella) es una de sus joyas. Lo curioso es que ni la actriz principal, la francesa Isabelle Huppert, ni el director, el holandés Paul Verhoeven, se corresponderían, por un tema generacional y de trayectoria, a estos entramados bastante distantes de lo convencional.

Mirada en un concierto global, la cinta de Verhoeven tampoco es un accidente en su carrera. El realizador de 78 años desató inquietudes con Instinto Básico (1992) y además de lanzar la estrellato a Sharon Stone y darle más lustre a Michael Douglas, deslizó una sensación de desconcierto.

Mejor aún, no cayó en la trampa de segundas partes y se quedó en su burbuja exitosa que ya había puesto su sello con Robocop (1987).

Isabelle Huppert, brillante como casi siempre, tal vez rompió el molde de Dama de Hierro del cine francés o por el contrario, perfeccionó los contornos de su perfil. Sus dotes histriónicas, antes, salieron por la puerta ancha en La ceremonia, Un asunto de mujeres, Gracias por el chocolate, La Pianista, Extrañas coincidencias (…).

Comedia negra corrosiva, despiadada y nada complaciente, la película engancha al espectador en su butaca, pero no lo deja sentirse cómodo en ninguno de los 130 minutos del largometraje. París deja de ser relevante y cada uno de los personajes cuenta.

Michelle, la exitosa empresaria de una firma de videojuegos es violada en su casa por un enmascarado. Decide no denunciarlo y apenas lo cuenta a sus amigos más íntimos y a su exesposo. A pesar del suceso, parece seguir su vida con frialdad.

Es un thriller fuera de lo común, atrapante, demoledor. Verhoeven se lanza despavorido hacia la disección de las miserias humanas, sin ambages. Ante la intriga sórdida, morbosa, nos desafía frente a los clichés de lo “bien étre”.

Una actuación brillante, sólida y provocadora de Huppert. Elle no comulga con las convenciones y se regodea en su lenguaje sardónico. En adición, aborda múltiples facetas de la vida misma sin pretender dar lecciones.

Guión de David Birke basado en la novela de Phillippe Djian, tiene sus lecturas muy claras del propio autor del libro.

“La historia no es sobre una mujer que se enamora de su violador, sino sobre alguien que no obedece todos los códigos de la sociedad normal”, comentó Djian.