Auriculares a la vista, tabletas, notebooks, teléfonos androides, videojuegos… al final la comunicación entre humanos, tet a tet, face to face, frente a frente, parece en grave peligro de extinción.

Claro que la tecnología es algo divino. Con el uso de las herramientas del Google + con los hangouts, el Skype, Whatsapp, Line, Viber, Face Time, el propio Yahoo y seguramente muchos otros, son posibles las videollamadas que entrelazan a la perfección lugares tan distantes como Sudáfrica, China, Ecuador, España, Estados Unidos, Francia o Canadá..

Desde ese punto de vista, vale la pena jugar a los Marcianos. Al fin y al cabo decenas de miles de indios (de la India) y de numerosas latitudes, andan haciendo reservas para vuelos interplanetarios con boletos de ida sin regreso.

Los románticos de la Tierra, que no somos pocos, todavía apostamos por la mística de los tesoros de la cultura y la historia, los récords deportivos sin doping y nos aferramos a soñar con la impronta de la creatividad y la imaginación.

Agradable escuchar que en Toulouse, Francia, 200 personas se reúnen para hacer una lectura continuada de Los Miserables del insigne maestro Víctor Hugo; de la evolución del hombre con orígenes insólitos que ponen en tela de juicio la validez de las razas y subrayan las mezclas desde tiempos inmemoriales.

Empero, no hay dudas de la relevancia y la celeridad de los avances tecnológicos. Eso de mirarse en tiempo real a través de la webcam, de escuchar la voz, intercambiar mensajes (SMS, Twitter, Facebook), se antojan bendiciones divinas.

-SILENCIOS Y GESTUALIDAD-

La globalización acortó los abismos entre la población, aunque al mismo tiempo hizo de la aldea de los humanos un recinto promiscuo, por una parte, y silencioso en otro sentido.

Con Wikileaks hemos sabido que, en efecto, los secretos mejor guardados pueden en algún momento salir a flote. Igual, el casi siempre pésimo gusto de los Reality Shows abre las puertas al desnudo de la intimidad familiar, al morbo destructor de la decencia y el pudor. Mejor ya no hablemos de ética.

La paranoia del espionaje alborotó el avispero en el ámbito cibernauta y de los geeks. Uno se pregunta entonces si los marcianos no están ya entre nosotros.

En este singular concierto, se acentúa el lenguaje silencioso. La magia de la palabra es sustituida por los textos escritos en tabletas, androides y minicomputadoras por jóvenes sentados en un mismo espacio donde apenas se sonríen e intercambian gestos.

Para rematar, los auriculares, el bálsamo para quienes prefieren eludir el diálogo y asumen el sofisma de la independencia con una suerte de aislamiento. La gestualidad acentúa ahora el lenguaje de las señas.

¿Extremismo?

Los progresos, de todas formas, son ya indetenibles y la carrera contra reloj mira al horizonte en plano de acercamiento absoluto.

El anuncio de la muerte del libro y de los diarios impresos viene acompañado de una alegre marcha fúnebre. ¿Será?. Algo similar merodea al Séptimo Arte con la hipotética desaparición de las salas de cine.

Al menos en celuloide ya hemos visto una perspectiva inteligente que supera la imaginación. Mejor entonces, prepararnos para la comunicación virtual en todas las dimensiones.

¿Y los ligues?

¡Uf!, buena pregunta. Prioridades del comienzo del siglo XXI: aprender el lenguaje cibernético y la técnica de los SMS (Short Message Service) o los muy de moda Whatsapp.