Detalles: joyas y relojes

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Joyas, relojes y bisutería, adornos al fin y al cabo, si bien el Dios Cronos invita a seguir la tiranía del tiempo y una bella dama acompañada de finos collares y pendientes ofrece el complemento perfecto de la estética.

De Cronos valdría la pena recordar que en el concierto de la mitología griega no es el más edificante de los dioses. Para reinar, después de vencer a Urano (el cielo), su padre, en defensa de Gea (la tierra), su progenitora, requirió del permiso de su hermano Titán, el primogénito.

cronos
A cambio, Cronos se comprometió a matar a toda su descendencia, de modo que en el futuro el poder volvería a manos de alguno de los titanes. Devorador del tiempo hasta la llegada de Zeus, creador del principio divino de la espiritualidad.

En fin, que la digresión sirve de pretexto para el repaso a este mundillo de lujos o caprichos de los humanos. Sin ir muy lejos, me confieso amante apasionado de los relojes. Pero no al extremo de pagar fortunas (¡imposible!).

La escritora y cineasta francesa Françoise Sagan tenía una frase muy peculiar para definir los avatares de la vida.

“Mi pasatiempo favorito es dejar pasar el tiempo, tener tiempo, tomarme mi tiempo, perder el tiempo, vivir a contratiempo».

Sin embargo, un proverbio anónimo ofrece otro punto de vista:

“El que dijo que el tiempo lo cura todo, seguramente no tenía reloj”.

Una pasada por París, siempre recurrente, atisba en perspectiva la realidad contrastante. Al margen de la orfebrería, la precisión y la imaginería, el tema de los precios galácticos ya tiene ribetes insultantes.
Vendóme
La octogonal Place Vendóme, al norte del Jardín de las Tullerías y muy cerca de la iglesia de La Madeleine, pudiera situarse como uno de los emporios mundiales del lujo, las excelencias y los antojos de los multimillonarios.

En uno de sus hoteles circundantes, la escultural Beyonce se gastó con su marido Jay-Z la friolera de 18 mil euros en una noche y no precisamente el Ritz Carlton donde pasó su vejez la modista Gabrielle Coco Chanel.
Coco
También en la zona residió el sufrido músico Frederick Chopin, de cierto modo una excepción dentro del ambiente pomposo que lleva cada año en Navidad a las limosinas a pasearse alrededor de la columna de Vendóme, coronada por una estatua de Napoleón Bonaparte.

Con su habitual alfombra voladora, el cine no pudo saltarse a este otro rincón mágico parisino rebosante de ostentación y amnesia descarnada hacia los desposeídos.

Primero Billy Wilder (Love in the afternoon, de 1957, con Gary Cooper, Maurice Chevalier y Audrey Hepburn) y luego, Place Vendóme (con Catherine Deneuve, 1998, y dirigida por Nicole García).

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