Etretat: el sonido de las olas

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Este nombrecito de Étretat, enérgico y brincador, sonoro y alegre, ¿acaso no parece surgido del ruido de los cantos rodados, traídos por las olas?

Una frase de las memorias de Guy de Maupassant, figura cumbre de la literatura universal, considerado uno de los mejores cuentistas de la historia. Francés natural de Dieppe o, más probablemente de Miromesnil, vivió hasta los 13 años en Etretat.

Llegar a este paraje de Normandía, Francia, de apenas 1,640 habitantes, al borde del mar y poca distancia relativa del Canal de la Mancha, recuerda que los milagros de la naturaleza son parte de los misterios insondables de nuestro universo.


Fascinado por la magia de un pueblito de pescadores y la belleza asombrosa de sus acantilados, el insigne escritor no escatimó letras para cortejar a este tesoro, que deslumbró a maestros del pincel como Claude Monet, Gustave Courbet y Eugene Boudin.

-Los pintores aportan la nota alegre; lanzan ruidosos fuegos de artificio y pasean a través de la región unos retratos luminosos. Son estos sobre todo los que hacen de Étretat un terreno mixto donde el artista y el burgués, esos enemigos seculares, se encuentran y se unen contra la invasión del chiquilicuatre (enredador) del tres al cuarto y el mundo inferior.

Otro de los comentarios de Henry René Albert Guy de Maupassant (1850-1893), refugiado en un mundo interior complejo en el bello espacio normando, a partir del abandono de su padre y la permanente tristeza y angustia de su madre.

Hay dos cuadros de Monet que resumen el ambiente de elevaciones rocosas, playas, piedras en lugar de arena y gaviotas. El más reconocido, Acantilado, Etretat, Atardecer (1883) y La Aiguile et l´Porte d´Aval (1886).

Son muchos más, como El acantilado de Etretat después de la tormenta, de Courbet, o incluso uno sin alegorías pero concebido en la pintoresca localidad por otro “monstruo” de las artes plásticas, Henri Matisse.

Desde la “falaise” de Aval, conocido como El ojo de la aguja, a 70 metros de altura, los verdes del paisaje y azules de diversas tonalidades del mar, el panorama es espectacular. A la izquierda aparece La Manneporte que Maupassant bautizó como La trompa del elefante.

Hacia la derecha, la “falaise” o acantilado d´Amont, donde se ubica una pequeña iglesia, un punto de meditación y placer ante la grandeza de aquellos paisajes.

En el imaginario de paseos matinales, caminar por la costa de Etretat esparce el mismo aire que disfrutaron antaño también Víctor Hugo, Maurice Leblanc, Massenet y Offenbach.

Antes de proseguir con el placer visual de las ilustraciones, me despido con una frase del escritor francés Alphonse Karr, que sintetiza los sentimientos de admiración.

-Si tuviera que mostrar por primera vez el mar a un amigo, elegiría Etretat.

15 comentarios en “Etretat: el sonido de las olas

  1. Magnífico escrito, parece que uno está ahí cuando lee tu crónica. Me encantó sobre todo la primera oración de tu escrito: tiene poesía, sonoridad, ritmo…. Felicidades por la maestría en el uso de nuestro lenguaje castellano 😉

    Por cierto,aquí en Canadá hay una roca muy parecida a la del «elefante». Deja ver si busco una imagen y te la mando, digo si te interesa.

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