Biarritz: memorias inocentes del cine

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Lucía Puenzo, Oscar Ruíz y Osmar Nuñez


Es un festival pequeño si se compara con los renombrados de Cannes, Venecia y Berlín, pero tiene la virtud de transmitir una suerte de onda magnética para hacerlo tan simpático como la ciudad que lo organiza.

Biarritz resulta un precioso regalo de cine con acento latinoamericano.

Responde íntegramente a sus postulados, a la sazón con una muestra de apariencia lacónica aunque bastante abarcadora del celuloide de la región. Luego está su apellido, las culturas de América Latina, reflejadas básicamente en literatura, fotografía y diversidad musical, sin olvidar las artesanías.

Para la 19 edición de Biarritz-2010, llegué al espectacular balneario vascofrancés con un día de retraso, lo que supuso perder el estreno de “Revolución” de México.

“C est pas grave” (no tiene importancia), me dijo un colega francés al asegurarme que un compendio de 10 cortos, de 10 minutos cada uno y realizado por 10 directores seguramente no sería tomado en cuenta por el jurado de largometrajes.

Reconozco que en ocasiones, por no decir casi siempre, me cuesta controlar la ansiedad. En todo caso, Biarritz y su gente se encargan de hacerle la vida más agradable al visitante.

Con Margarita Alija, la diligente jefa de prensa del Festival, española de origen residente en Bayona, ya las cosas parecen arreglarse de inmediato. También una chica francesa, Elodie, de abuela española, que se encarga de colaborar sobre todo con las entrevistas.

Margarita no logra, sin embargo, armonizar su tiempo con el disfrute de las películas. “Las veo casi todas en DVD o cuando termina el festival”, me confiesa.

En virtud de la presencia del actor venezolano Edgar Ramírez, invocamos al director del mismo país Alberto Arvelo, quien lo dirigió en Cyrano Fernández. De Arvelo le recuerdo Una casa con vista al mar, con el protagonismo de Imanol Arias.

Es de León (Imanol), del lugar donde nací, me señala orgullosa Marga Alija, como suelen llamarla.

Antes ya el propio conductor del auto que me recoge en el aeropuerto, contaba historias sobre las rivalidades de la urbe (30 mil habitantes) con la capital del departamento, Bayona (50 mil), que se traducen con frecuencia en el terreno del rugby.

De hecho, en el día de los premios de Biarritz-2010 había un partido programado en Bayona contra Biarritz. Ganó Biarritz, así que terminó con el cine y el deporte por todo lo alto.

Tenía una noción errónea de lo que en América Latina denominamos siempre fútbol rugby, salvo Argentina que conoce bien la disciplina y la practica con relativo éxito. En Francia me han explicado que sus fundamentos lo hacen deporte admirable por la cohesión y comportamiento de los jugadores.

Sigo con mis dudas, porque los encontronazos a veces brutales que se dan los rugbistas terminan por lo general en los hospitales.

En fin, que la arrancada con el cine no fue muy prometedora, salvo la conversación con Guillermo Arriaga, el escritor y exitoso guionista mexicano de Amores perros, 21 gramos, Babel y Los tres entierros de Melquiades Estrada.

Lo había conocido 10 años atrás en el Festival de La Habana, cuando Amores perros apenas se asomaba al mundo y consiguió el lauro de los medios extranjeros, el Glauber Rocha, auspiciado por la Agencia Prensa Latina.

Arriaga era entonces el representante máximo de Alejandro González Iñárritu y ya la fama del trabajo de ambos llegaría a las cumbres del celuloide. Después se separaron y el escritor se lanzó por primera vez a la dirección con The Burning Plain.

Antes nos vimos en las espléndidas terrazas del Hotel Nacional habanero, frente al mar Caribe. Ahora la cita fue en una tarde soleada ante el Cantábrico, en el “Village” (El Pueblito) del encuentro de Biarritz en la sede del Casino de la ciudad.

Concursó sin éxito del jurado aunque logró muchos reconocimientos de la crítica con El Pozo, un cortometraje implacable. También me contó de sus avatares con la escultural Charlize Theron, la bella actriz sudafricana que trabaja en The Burning Plain.

No es más alta que yo, pero se ponía tacones enormes para molestar, me confesó en tono de broma. Asimismo, platicamos, para decirlo en buen mexicano, de la soledad del escritor y su entusiasmo con su labor de director, sin dejar de hacer guiones, su pasión que sigue con dos proyectos actuales.

-INTIMIDADES DE BIARRITZ
Al margen de que muchos excelentes restaurantes de la ciudad son insuperables en mariscos y pescados, las cenas nocturnas en el Village poseen cierto encanto de intimidad que no reconoce fronteras entre realizadores, actores, escritores, críticos y periodistas.

Se antoja como “la fiesta dentro de la fiesta” y es la oportunidad excepcional de intercambiar con figuras como los argentinos Lucía Puenzo, Victoria Galardi, Martín Piroyanski y Nahuel Pérez Biscayart.

Tengo una admiración especial por Lucía Puenzo (XXY). No estoy seguro si se relaciona con el hecho de ser hija de Luis Puenzo, el imprescindible director rioplatense, ganador del Oscar por La historia oficial.

Con Lucía hablamos de cine y literatura y me contó su encanto con la película de Diego Lerman que compitió en Biarritz, La mirada invisible, premio de actuación para Osmar Nuñez. “Representa la vuelta de la nueva generación de realizadores argentinos hacia temas políticos”, explicó.

Adelantó que a partir de un nuevo libro, anda en un proyecto acerca de los nazis en la Patagonia y en particular de Josef Mengele, el tenebroso Angel de la Muerte.

Por el Village andaban igualmente los autores mexicano Juan Villoro y chileno Luis Sepúlveda. El primero habló de forma descarnada sobre la violencia que sacude a México en estos momentos, los peligros reales para la vida de quienes como él denuncian los vericuetos del tráfico de drogas.

Luis Sepúlveda


Sepúlveda anduvo más parco, salvo cuando hizo los paréntesis respecto a su literatura y para defender la causa de los mapuches en Chile. Pero de séptimo arte apenas habló salvo de sus aportes directos, porque fue jurado en Biarritz y los jurados suelen ser bastante callados.

Impresionados por la emotiva historia de Los colores de la montaña, casi todos los críticos y enviados especiales hicimos apartes con su director, el colombiano Carlos César Arbeláez, referencia además indispensable por su lauro como Opera Prima en San Sebastián.

Se había ganado 90 mil euros, compartidos con la productora del lado español del País Vasco con una visión de corte poético que deslizaba el tema de la violencia en Colombia a través de los niños. No tuvo suerte en Biarritz.

Surgieron nombres entre críticos y periodistas que parecieron en anticipo coquetear con los premios, Zona Sur de Bolivia y Los colores de la montaña de Colombia.

El boliviano Juan Carlos Valdivia fue otro de los personajes agradables del Village. Aceptaba que Zona Sur no era un largometraje fácil de digerir y que pertenecía al cofre de los “ Frankestein familiares”.

Sin embargo, estaba feliz de hacer un cine apegado a lo que está sucediendo en Bolivia actualmente. Tuvo la recompensa de un galardón especial del jurado.

Me había quedado con la espina mexicana de Revolución, en especial porque parecía bastante improbable que cineastas del talento de Mariana Chenillo, Carlos Reygadas, Rodrigo Plá, Fernando Eimbcke o Diego Luna fuesen autores de un desastre.

Volví a preguntar a mis colegas y un argentino y un uruguayo coincidieron en calificarla con parquedad de buena. Es irregular, no todos los segmentos son buenos, pero está bien, comentaron.

Una sala de cine al comienzo de la mañana no es muy recomendable porque puede invitar al sueño. Sin embargo, Revolución resultó un retrato incisivo de la sociedad mexicana, además de convertirse en la triunfadora rotunda de Biarritz-2010, con los lauros El Abrazo del jurado y del Sindicato Francés de la Crítica Cinematográfica, demostró su validez.

Siguiéndole los pasos a Cinco días sin Nora (Mariana Chenillo), acreedora del Premio El Abrazo en 2009, Revolución confirmó el talento del cine mexicano, con una fusión de realizadores jóvenes en ascenso y figuras ya establecidas.

Interesante el hecho de que Chenillo inscribiera su sello en uno de los capítulos, descollante asimismo con las narraciones de Eimbcke, Reygadas, Patricia Riggen, Rodrigo Plá, Amat Escalante y Rodrigo García, hijo de Gabriel García Márquez.

Los héroes, el símbolo de Pancho Villa, la pobreza, el territorio robado y la pérdida de identidad de la emigración forzada, la violencia y la banalización de la libertad.

Como en todas las manifestaciones del arte, aparecen las eternas dicotomías en el cine entre el punto de vista de los críticos, el gusto de los espectadores y la intención que quisieron transmitir los directores en sus obras.

Pertenecen al oxímoron (los significados contradictorios) que toma prestado de la literatura, como analizaba su propia cinta el boliviano Juan Carlos Valdivia, reconocido con el galardón especial del jurado.

De los documentales se hablaba mucho de Los dos Escobar, hecha por los hermanos estadounidenses Jeff y Michael Zimbalist sobre Andrés el futbolista y Pablo el capo del narcotráfico, y el nexo de los carteles con el balompié.

Las denuncias de Quién dijo miedo, de Katia Lara, acerca del golpe de Estado en Honduras; y Presunto culpable, de Roberto Hernández y Layda Negrete, en torno a las contradicciones del sistema judicial en México.

Nostalgia de la luz, del chileno Patricio Guzmán, y finalmente el “gato al agua” para Diario de uma busca, un “road movie” de la brasileña Flavia Castro concentrado en la vida de Celso Alfonso Gay de Castro.

A Flavia Castro se le sumaba otra brasileña muy joven y recién egresada de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, Cuba, Janaina Marques Ribeiro, quien con su trabajo de curso, Los minutos, las horas, se impuso en cortometrajes.

Fue muy estimulante intercambiar con la sangre joven de la cinematografía latinoamericana actual, que incluye igualmente a los talentosos Matías Bize (Chile) y Oscar Ruíz Navia (Colombia).

Bize, de 31 años, vino con La vida de los peces, una bellísima propuesta en las cuerdas del amor, consagrada a lo que pudo ser y las segundas oportunidades, si bien de corte universal, con impecable factura y actuaciones.

Ruíz Navia es tal vez la revelación del séptimo arte colombiano. El vuelco del cangrejo, su largometraje exhibido fuera de concurso, es el aspirante de su país a las nominaciones del Oscar.

Impactó en Biarritz con su frase: todo cine es político, hasta la más simplona producción de Hollywood lleva implícito un mensaje, una intencionalidad de proyectar o vender cierto tipo de modelo de vida o tendencia.

3 comentarios en “Biarritz: memorias inocentes del cine

    • El Festival de Biarritz es uno de los recuerdos profesionales y amistoso que guardo como tesores de mi vida. Espero volver algún día. En efecto, es uno de los más relevantes en el reconocimiento al cine latinoamericano.

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