De tanto merodear la Plaza de la Concordia y los suntuosos Jardines de las Tullerías, las impresionantes edificaciones del Louvre, el Arco de Triunfo del Carrusel y su Pirámide de Cristral, se reiteran en la vida parisina. Casi al punto de aburrir, como la imagen de la Torre Eiffel a la usanza de una vieja dama desbocada detrás de los mancebos.
Pero nada de esto es cierto. No aburren, como tampoco puedo ya incluirme en la lista de jovenzuelos perseguidos por la Dama de Hierro de París.
Son ineludibles y hacen más intimista a París. La Torre Eiffel por su altura, sus 122 años y los millones de souvenir, legítimos y piratas, que nos rodean a cada paso por la urbe. Es la figura más cotizada del país, sin dudas.
No hay cifras oficiales, pero se cree que la imagen de la mole de hierro concebida por Gustave Eiffel está presente en por lo menos 800 artículos en la categoría de souvenir.
Sin embargo, es una estadística ínfima, si se toman en cuenta manteles, cubiertos, tazas de café, jarras de cerveza, palillos, saleros y platos en donde aparece la figura de La Grande Dame en restaurantes de todo el Hexágono (como se le denomina a Francia por su trazado geográfico).
Pudo ser un proyecto de 20 años pero se le añadieron otros 105 y ya nadie se atreve a insinuar siquiera el vocablo destrucción.
El 31 de marzo de 2009 celebró otra vez su mayoría de edad, en medio del complejo proceso de ser pintada con la ayuda de alpinistas que vuelcan sobre sus 325 metros de altura (300 más la elevación de 116 antenas de televisión), 60 toneladas de pintura. Luego repitió festejos en 2014 a propósito de su 125 aniversario.
La pintura de la también llamada Dama de Hierro, ahora de colorante ocre, cubre 200 mil metros cuadrados de superficie, el secreto, según adelantaba el propio Gustave Eiffel en 1889, para que el monumento resistiera el paso del tiempo.
En 2008 recibió a casi siete millones de visitantes para confirmarse como uno de los sitios preferidos por los turistas en Francia, admirados por una obra que confirmó la capacidad antes demostrada por el autor en otros casos.
Pocas veces se habla del ingeniero Eiffel como un hombre de excepcionales trabajos como el observatorio de Niza y su gran cúpula (1884), además del diseño de la Estatua de la Libertad de Nueva York (1885).
Dos años, dos meses y cinco días le llevó completar en 1889 un trabajo concebido para la Exposición Universal de París y tras sortear críticas vehementes.
-EL LOUVRE
Aunque desde la Torre Eiffel todo parece cerca en la capital francesa, a unos cuatro o cinco kilómetros se observa la agradable Pirámide del Louvre, otra obra controvertida que asimismo anda de cumpleaños, 20 para ser más exactos en el 2009.
Es la residencia de la Mona Lisa y la Venus de Milo, de la insuperable Galería Apollon o Apolo, y de una riqueza extraordinaria de obras de arte que repasan con devoción y respeto cada arista de la cultura universal, tocando inclusive pequeños cofres de la música y la danza, por si algo faltara.
Se levanta en los terrenos de un castillo de la Edad Media y fue uno de los más relevantes palacios reales de Europa.
Recibe cada año a más de ocho millones de personas y en medio de este hervidero dentro del salón central Napoleón y en los exteriores de la Pirámide se añaden actividades culturales de diversa índole.
En 1527, Francisco I, rey de Francia y mecenas de las artes, encargó a su arquitecto Pierre Lescot una residencia próxima al núcleo cortesano de la Cité en París.
Tenía gran adicción por el Renacimiento italiano por lo cual fue el estilo que empleó Lescot para realizar un edificio clásico organizado alrededor de un patio cuadrado, el Cour Carré.
El sucesor de Francisco I, Enrique II fue el encargado de hacer las primeras transformaciones y luego su viuda, Catalina de Médicis, quien en 1564 encargó a Philibert de l’Orme la construcción de una segunda residencia real al oeste del Louvre, en los jardines de las Tullerías, considerada la primera ampliación del Louvre, puesto que en 1595 se unieron ambas residencias.
Las obras sucesivas, bajo el mando de Luis XIV, son las que marcan la estética actual del edificio, sujetas al barroco francés. Corresponden a un momento de abandono de la residencia.
Sus autores fueron los arquitectos fueron Claude Perrault, autor del proyecto, Le Vau y Le Brun. La intervención tuvo lugar entre los años 1667 y 1670.
El último gran cambio se llevó a cabo en 1800, bajo el reinado y el impulso personal de Napoleón Bonaparte, quien ordenó construir el gran arco triunfal frente a la fachada, el llamado Arc du Carrousel para subrayar sus victorias militares.
Al final, se convirtió en Museo del Louvre desde 1793. Pero el sitio tiene otras anécdotas misteriosas y enigmáticas para contar en otra ocasión.