
Principado de Mónaco
Mónaco.- Cuando el viajero llega a Niza cree estar en el paraíso. Sinfonía de azules, palmeras, trazados perfectos y un toque de antigüedad en algunos barrios, además de su Observatorio, otra de las obras maestras de Gustave Eiffel con Charles Garnier.
El ritmo de la ciudad, su intensa vida nocturna, los aires italianos con acento francés, la armonía de sus edificaciones y su espectacular vista al Mediterráneo parecen completar las joyas ideales de un cofre excepcional.
Sólo faltaba Mónaco.
Y no es poca cosa. El lente visual humano sigue sin reponerse de la increíble Niza y la elegancia de la Riviera Francesa, pero la escalada hacia el Principado de Mónaco revela que hay más de un paraíso soñado en este mundo.
Tiene apenas 1,95 kilómetros cuadrados y cerca de 36 mil habitantes, maneja el euro como moneda circulante, habla francés, también monegasco, italiano, alemán, español y por supuesto, inglés. Su nombre proviene de la tribu ligure de los Monoikos.
En realidad no son muy necesarios los datos para hablar de esta Roca maravillosa ajena a cualquier signo de pobreza. Simplemente se trata de un emporio de élites, apacible, rodeado de los azules más intensos del Mediterráneo.
Lástima que sea una suerte de espejismo o más bien de recinto donde los multimillonarios asumen el derecho de vivir con los excesos de un egoísmo hiriente. No hay cabida para la solidaridad. Montecarlo, casinos, tenis y carreras de Fórmula 1.
En la subida hacia el promontorio del segundo Estado más pequeño del mundo (después del Vaticano), impresionan las residencias construidas en varios niveles de las laderas de las montañas, muchas con piscinas voladas y frente al Mediterráneo.
De las asimetrías de nuestro planeta se pueden escribir decenas de cuartillas cada día, pero no es el objetivo ahora. El nombre de Mónaco se asocia a la expresión Herakles Monoikos, que quiere decir Herácles Solitario.
Una referencia al héroe griego Hércules, que da el nombre al Puerto de Mónaco. Sólo por sí mismo, asegura otra interpretación a la que se añade una alternativa bastante socorrida: se deriva de la colonia vecina helénica de Monoikos, del siglo VI a.C. por los fóceos.
Apenas líneas del precioso litoral de Niza en la Cöte d´Azur francesa separan al Principado, cuyas calles impresionan por su pulcritud, además de las viviendas que aparecen acabadas de construir con el olor a pintura fresca de nuestra imaginación.
A los turistas les fascina la historia del pasado de Grace Kelly y en actualidad la vida del Príncipe Alberto II, el jefe de Estado, amante de los deportes y padre de dos hijos considerados ilegítimos en el árbol de la nobleza, pese a haberlos reconocido.
Lo cierto es que para ver al Príncipe una vuelta por Mónaco basta. Sin una seguridad de excesos, Alberto II entra y sale de su Palacio con tranquilidad y no pierde oportunidad para saludar a los transeúntes.
Dentro de las múltiples curiosidades de Mónaco está su población. Apenas el 16 por ciento son monegascos y del resto predominan franceses (10 mil 229 habitantes) e italianos (seis mil 410).
Se añaden en menor cuantía británicos, suizos, alemanes, belgas, portugueses, holandeses, españoles, suecos, griegos, austríacos y daneses, además de una pequeña porción de africanos y latinoamericanos.
-LA PRINCESA GRACE
Un poco hacia atrás, este codiciado enclave, de privilegiada ubicación (que hoy sufre la amenaza de autodestruirse con la fiebre de construcciones), fue dominado por los fenicios, los griegos y los romanos.
Del tránsito de pueblos bárbaros como francos y lombardos, se hizo parte del Sacro Imperio Romano Germánico luego de ser cristianizado en el siglo I. Ya en 1297 se integró a la República de Génova que marca el inicio de la dinastía Grimaldi.
Los Grimaldi gobiernan el Principado desde 1419 tras muchas batallas para frenar la codicia de los franceses, que lo adoraban como base naval, y la avaricia de españoles e italianos.
Sufrió numerosas transformaciones en un proceso largo y complejo que terminó por asegurar la independencia y soberanía de Mónaco. Aunque tiene una fuerte influencia francesa, consigue cada vez más consolidar su identidad propia.
Su enriquecimiento guarda estrecha relación con el diseño del famoso Casino de Montecarlo en el siglo XIX cuando el juego era ilegal, por iniciativa del príncipe Carlos III.
A esto se sumó la puesta en marcha del ferrocarril francés en territorio monegasco para conectar a la Roca con el Hexágono. Dos estaciones, Niza y Vinccitimille enlazaron las ciudades en 1868, signo de comunicaciones y prosperidad.
Luego llegó el primer rally de Montecarlo en 1911, el primer Grand Prix automovolístico en 1929 y desde 1969 los Masters de los torneos de alto nivel del tenis.
Se divide en tres grandes zonas, Ciudad de Mónaco, centro político, de negocios y turístico; Montecarlo, sede del casino (donde no pueden jugar los monegascos) y las carreras de autos; y La Condamine, distrito económico industrial del oeste de la Roca.
El Principado afrontó dificultades recientes al ser calificado de Paraíso Fiscal, aunque no en niveles alarmantes. Algunos políticos consideran que la atracción de multimillonarios a Mónaco tiene el fin de evadir impuestos y ocultar ingresos dudosos.
Su buena salud económica depende en gran medida del turismo, que hace una extensión de los visitantes a la Riviera Francesa y viceversa. Además, su casino, los eventos internacionales, el agradable clima y su estabilidad social.
Posee 10 barrios y se pensaba construir el onceno en nuevas tierras obtenidas hacia el mar a partir de su remate en 2014, pero el príncipe Alberto II advirtió que sería diferida la fecha. De todos modos, el área ya tiene nombre, Le Portier (El Portuario).
Las flores abundan, quizás un intento para dar más alegría de naturaleza a una zona donde las edificaciones absorben todo el espacio, si bien con un estilo que no asfixia.
Coloridos callejones y pasajes en perfecta armonía, llenos de restaurantes y tiendas de artesanía, completan un agradable panorama con el aire de mar que se respira por doquier desde las alturas.
El estilo arquitectónico predominante es francés, tiene aires de Niza y resalta la Catedral de Mónaco, levantada en 1875, con piedras blancas emplazadas sobre una antigua iglesia del siglo XII dedicada a San Nicolás.
Grace Kelly hizo el mito al convertirse en Su Alteza Serenísima la Princesa Grace de Mónaco, tras el matrimonio con Rainiero en 1956. No era una actriz espectacular, pero si bella, y su pacto de amor con la nobleza la llevó al pináculo de la fama.
En su honor, la ineludible estatua de la Princesa Grace, fallecida en un accidente de tránsito en 1982, a los 52 años de edad, recuerda que Mónaco pretende mantenerse como el último reducto de cuentos de hadas que ya no existen en el universo.