Bastaba con mencionar el nombre de Cuba y los signos de admiración terminaban haciendo reverencias. La Perla del Caribe llegó a conquistar la proeza del quinto lugar en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y entonces mucha gente en la Isla creyó que se podía subir uno o hasta dos peldaños más.
Antes de entrar en el análisis de las realidades, dos ideas no pueden aguardar al desarrollo completo de este texto: el nivel cualitativo y científico del deporte cubano creó bases para conservar un cierto rango en la élite internacional; y en Río de Janeiro bien pudiera darse un nuevo salto hacia el firmamento.
Continuar leyendo