Llegué al punto límite. No sabía qué hacer con mi vida. La felicidad andaba de parranda. Los espacios intimistas con la soledad se derrumbaban, frente a un mundo cada vez más proclive a los marcianos. Perdí la brújula.
En realidad, debo admitirlo, el éxito profesional me sonreía y si bien los romances tórridos habían pasado a un segundo plano, la música, el cine, la poesía y las historias de García Márquez ofrecían la oportunidad del disfrute pleno.
Hasta tuve aventuras con la nieve, yo que soy tan amante de los inviernos. Anduve por el fin del mundo casi literalmente, en Cabo de Hornos y las siluetas de la Antártida.
Y sin embargo, algo me faltaba.
No me sentía feliz, pero tampoco era dueño de la tristeza.
Simplemente echaba de menos no ser Millennial.
Pienso que el mundo terminara por ordenarse pero pasará tiempo . Recuperar valores es lo importante
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Acabo de ver en TV gente filmando con celulares una pelea por supuesta infidelidad de una pareja. Nadie hacía nada por apartarlos, pero los celulares no paraban. La era de los marcianos.
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