Símbolo del poder, los elefantes de la dinastía Nguyen, la última de las monarquías de Vietnam, tenían al parecer algo de sangre azul. De manera inobjetable se las arreglaban para aplastar literalmente a los tigres en combates celebrados cada mes en la Arena Real de Hué, en el centro del país del sudeste asiático.
Lo cierto es que los elefantes recibían entrenamiento especial y eran muy bien alimentados, mientras a los tigres se les cortaban las garras. El emperador Minh Mang (1820-1841) quería enviar un mensaje claro al pueblo: los paquidermos, dueños de una fuerza invencible, siempre vencerían a los rebeldes.
Conocida en verdad como Ho Quyen o Tiger Arena, fue concebida en el año 1830 en la ribera del río Perfume de Hué, a cuatro kilómetros de la Ciudadela. Una suerte de Coliseo al estilo romano consistente en dos círculos concéntricos levantados con ladrillos y mortero de cemento y arena.
Pero desde mucho antes a Minh Mang le seducía la idea de organizar peleas entre elefantes y tigres, tomando las provisiones convenientes para que respondieran a sus objetivos. En la Ho Quyen el primer nivel con 20 escalones estaba reservado para el gobernante y la familia real.
Siempre es bueno recordar que Minh Mang fue famoso por atender a sus 500 concubinas y su esposa, gracias, decían entonces y repiten los habitantes de Hué, a un elixir maravilloso. El vino medicinal contiene numerosos tónicos de gran valor para el organismo humano: radix, panax ging seng, radix rehmanias praeparatus, radix angelicae sinensis, cortex eucomiae, radix glycyrrhizae y otros.
En fin. La Arena Real,Tiger Arena o Ho Quyen es uno de los monumentos pertenecientes al Patrimonio Cultural de la Humanidad de Hué, inscrita por la Unesco en diciembre de 1993 como una de las reliquias de la historia universal.
Posee un diámetro de 44 metros en la arena, circunvalada por un muro de 4,5 metros de espesor y 5,80 metros de altura. A pesar del paso del tiempo, más de siglo y medio, la instalación se conserva con solidez como pude apreciar en una visita hace algunos años.
Hué en general es uno de los pocos lugares en el mundo donde la arquitectura moderna permanece a la sombra de los exuberantes vestigios de antaño. Sus palacios y murallas fueron construidos de forma sistemática a partir de los principios de la geomancia oriental.
La Ciudad Imperial está bañada por el fabuloso río Perfume, donde caprichosamente la naturaleza colocó dos islotes que según las tradiciones, desempeñaban una función protectora de la urbe bajo los nombres de Dragón Izquierdo y Tigre Derecho.
Alrededor de 10 mil metros de circunferencia abarca el mayor muro conocido como la Ciudadela de Hué. Luego se hallan el Imperial City, de dos mil cuatrocientos metros, y la tercera línea de contención, de mil doscientos metros de largo, denominada La Ciudad Púrpura Prohibida.
-ELEFANTES TRAMPOSOS
Cinco entradas al escenario de combate guardan todavía en la parte anterior las jaulas de los tigres en Ho Quyen.
Enfrente se encuentra la plataforma de los reyes con distintos niveles en los que se situaban además los favoritos de la corte y los escoltas. A pocos metros, un enorme portón de madera, detrás del cual estaban los fieros elefantes dispuesto a la pelea letal.
Durante mi visita a Hué, uno de sus historiadores, Phan Thuan An, me explicó que siempre los paquidermos salían airosos de las encarnizadas luchas, valiéndose de algunos ardides.
Los tigres representaban las bestias de la selva, es decir los rebeldes contra la corte, mientras los elefantes simbolizaban la fuerza y el poder sin paralelos de la dinastía Nguyen.
Pocas personas sabían en Hué del secreto de la alimentación y el entrenamiento de los elefantes y el corte de las garras de los tigres. Pero el felino no se rendía tan fácilmente.
Thuan An me contaba que el último combate registrado aconteció en el año 1904. Según las escrituras de la época, el elefante ingresó a la arena confiado cuando de pronto, salió raudo el tigre, abalanzándose sobre el cuello de su contrincante.
Los ataques del felino no inquietaron al paquidermo que, enfurecido, empezó a usar su voluminosa anatomía para acorralar al tigre. El depredador llegó a tumbar a un soldado al que mató e hirió a otros guardias del rey.
De todas formas, el elefante logró sacudirlo con sus colmillos y lo lanzó contra el muro de la arena, para luego pasarle por encima como una aplanadora. No quedaron ni las rayas del tigre para hacer el cuento.
Curiosamente paradójico e interesante. Sirve para constatar practicas del poder en el pasado, ahora con nuevos estilos.
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Muy cierto, el poder siempre ha tenido estilos y prácticas pocas veces convincentes y más bien intimidatorias
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