Memorias del Muro de Berlín

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Brandeburgo

Las diferencias eran muy claras y el desafío, permanente. La República Federal de Alemania (RFA) era un próspero estado capitalista que con una fuerte inyección financiera de occidente después de la Segunda Guerra Mundial, florecía espléndidamente.

Del otro lado, la Unión Soviética intentaba hacer lo mismo con la República Democrática Alemana (RDA) pero con tintes socialistas. Y en el medio de la báscula, Berlín, dividido en dos.

trabant
Era la batalla de los Mercedes Benz contra los Trabant, los autos de carrocería plástica más populares entre los germanorientales, que adquirió ribetes insospechados en la década de 1980 con una guerra fría muy caliente.

Desde Bonn, la capital de Alemania Federal, la mirada en 1989 era de escepticismo y expectativas veladas, pero aventurar un pronóstico sobre la eventual caída del Muro de Berlín no se vislumbraba en el horizonte cercano.

El Muro de Berlín fue levantado en 1961 y aunque muchos lo creían así, no era una línea fronteriza entre los dos territorios teutones.

Sin embargo, se erigía como la manzana de la discordia en medio de la Guerra Fría que en su momento marcaba las distancias entre los Aliados y la Unión Soviética (Urss).

Hacia 1949, tras el cese de la Segunda Conflagración Mundial, Alemania fue escindida en dos partes y Berlín continuó como capital, con la particularidad de que los Aliados (Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña) dominaban la parte oeste de la urbe y la antigua Urss el este.

Una pequeña ciudad universitaria, Bonn, con apenas 280 mil habitantes, cuna de Ludwig van Beethoven, fue encargada de convertirse súbitamente en capital de la RFA.

Mientras tanto, Berlín, en el centro de la desaparecida RDA se dividía en dos y aunque se pasara de un lado a otro la urbe, el viajero se mantenía de hecho en territorio oriental.

-EL MURO DE BERLIN-
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Cuenta la historia que en la noche del 12 al 13 de agosto de 1961, de forma secreta y sorpresiva, tropas de la RDA ayudadas por el ejército soviético, construyeron el Muro de Berlín.

El Muro de Protección Antifascista, como fue llamado en sus inicios por la RDA, comprendía 45 kilómetros de extensión para separar la capital en dos y 115 kilómetros que deslindaban a Berlín Oeste de todo el territorio este de Alemania Oriental.

Surgió entonces el Checkpoint Charlie en la avenida Friedrichstraße, convertido en el paso por excelencia de extranjeros, embajadas de los Aliados, militares y trabajadores de las dos Repúblicas.
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Terminada mi tarea como corresponsal en Bonn, el 19 de noviembre de 1989 aterricé en un Berlín inquietante y casi desconocido para alguien como yo que había visitado las dos partes anteriormente. El Muro había terminado su existencia el 9 de noviembre.

Los acontecimientos se sucedieron de forma insólita intempestiva. Para diciembre se abrieron las fronteras de la RDA con la RFA y el 1 de julio de 1990 dejaron de existir por completo.

Asistí el 25 de diciembre de 1989 a otro acto histórico en la capital germana, la apertura del Muro de Berlín en la emblemática Puerta de Brandeburgo (Brandenburger Tor).

Si bien el Muro de Berlín ya no existía de modo virtual, la Puerta de Bandeburgo permanecía oculta, en terreno de nadie. En la noche del 25 de diciembre a la madrugada del 26, fue derribada la pared de esa área y pude capturar un pedazo de muro, blanco, que todavía guardo de recuerdo.

Inaugurada en 1791, cercana a la Pariser Platz, en el umbral de la avenida Unter den Linden, se erigió como símbolo del triunfo de la paz sobre las armas. Fue concebida por el arquitecto Carl Gotthard Langhans, inspirado en el acceso a la Acrópolis de Atenas.

Meses más tarde llegaría la unificación de la moneda, en realidad la permanencia del Marco occidental en detrimento del Marco oriental.
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Descubrir la vida en la avenida Ku´damm (Kurfürstendamm) acentuaba el concepto de que el Berlín de 1990, ya con más de ocho millones de habitantes, sería una de las capitales con mayores asimetrías arquitectónicas y sociales en Europa.

En la noche del 3 de octubre de 1990, me fui a recorrer la ciudad salpicada de fiestas y celebraciones. Emociones y tristezas y aun, dentro del hecho en sí irreversible, los mismos alemanes con rostros impávidos o eufóricos, sin saber a ciencia cierta donde había comenzado el sueño y cuando se inició la pesadilla.

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