Cuando nos hablaban del año 2000, nuestras reacciones eran disímiles pero siempre acompañadas de un espíritu soñador, lleno de esperanzas e ilusiones, como si se tratase por fin del gran premio de la humanidad, con la llegada también del Nuevo Milenio.
Sin ser fatalistas, la verdad es que tranquilamente pudiera aplicarse la demoledora frase en inglés a la hora de evaluar poco más de década y media de los 2000: so what? O más delicadamente en francés, et alors? Concretamente no esperábamos nada o simplemente confiamos en las sorpresas agradables. Y hasta ahora, más decepciones que certezas.
De todos los flagelos, el terrorismo se hizo parte de nuestras vidas. En lo personal, me ufanaba de llegar a los aeropuertos en la hora límite, lo mismo para coberturas periodísticas de actos oficiales. Ya no es posible. Los controles de seguridad son tan estrictos que se requiere de un tiempo prudencial para tomar un vuelo o asistir a un evento.
Tampoco ha sido la debacle total. Al margen de que seguimos escuchando dramas de guerras, enfermedades terribles y tragedias como consecuencia de fenómenos naturales, la tecnología experimentó progresos extraordinarios que acercaron a los habitantes de nuestro planeta como nunca antes en la historia.
La tecnología es algo divino. Con el uso de las herramientas del Google + con los hangouts, el Skype, Whatsapp, Line, Viber, Imo, Face Time, el propio Yahoo y seguramente muchos otros, son posibles las videollamadas que entrelazan a la perfección lugares tan distantes como Vietnam, Sudáfrica, China, Ecuador, Chile, España, Cuba, Estados Unidos, Francia o Australia.
Con Wikileaks hemos sabido que, en efecto, los secretos mejor guardados pueden en algún momento salir a flote. Igual, el pésimo gusto de los Reality Shows abre las puertas al desnudo de la intimidad familiar, al morbo destructor de la decencia y el pudor.
La paranoia del espionaje alborotó el avispero en el ámbito cibernauta y de los geeks. Uno se pregunta entonces si los marcianos no están ya entre nosotros.
Por si fuera poco, la magia de la palabra es sustituida por los textos escritos en tabletas, androides y minicomputadoras por jóvenes sentados en un mismo espacio donde apenas se sonríen e intercambian miradas.
Para rematar, los auriculares, el bálsamo para quienes prefieren eludir el diálogo y asumen el sofisma de la independencia con una suerte de aislamiento. La gestualidad acentúa ahora el lenguaje de las señas.
En realidad es genial contar con las herramientas de internet. Nos hace aparentemente cultos en minutos, aunque capaz al mismo tiempo de crear una suerte de sofisma. Las redes sociales sirven para muchas cosas buenas, pero son igualmente un reservorio de asuntos banales, seudoconocimiento y muy en especial, desinformación.
Lo peor es que tarda más en demostrar un error garrafal con etiqueta de viral en internet, que lanzarlo al ciberespacio.
A Albert Einstein se le atribuye esta reflexión:
“Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de idiotas.”
Por ahí anda el Pokémon Go …y que me perdonen sus adeptos…
Falta de comunicación , grave problema de la sociedad actual
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En efecto, es un problema en crecimiento de forma paradójica. Hay mucho intercambio por redes sociales pero no siempre con el contenido que se esperaría.
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Tengo la esperanza de que tras esta etapa confusa y cambiante, el mundo tomar a un buen camino
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Ojalá que sea esa la tendencia, aunque hay mucho escepticismo.
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