Viaje de la luz: telescopios gigantes

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Las Campanas, Chile.- Embarcarse en un viaje visual a 2,000 años luz es un privilegio único. Estamos ante la nebulosa Saturno, una bola verde en movimiento, tangible durante una visita al Observatorio Las Campanas, Chile, a 2,500 metros sobre el nivel del mar.

En el mayor de los telescopios existentes Magallanes de la instalación de astronomía LCO, operada por la Carnegie Institution de Washington, hacemos un trayecto óptico que pudiera asemejarse a una visita al Imperio Romano.

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La noche es muy fría y todo el protocolo de ingresar al Observatorio sirve para apreciar la perspectiva de lo diminutos que somos en la Tierra, ante tantas incógnitas instaladas en el firmamento.

En el LCO, guiados por el astrónomo italiano Francesco Di Mille, entramos en un corredor oscuro y casi en penumbras ascendemos por una escalera de metal hasta el punto donde se halla el telescopio.
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El episodio, que nos permite contemplar el cielo desde una dimensión sui-géneris, se hace más emotivo al viajar al encuentro de la nebulosa Saturno, que ya no tiene vida pero continuará en el espacio a la deriva hasta extinguirse.

Antes, el escalamiento en ómnibus permite sentir la peligrosidad de la carretera, bien al sur del mundo, durante dos horas y media de ascenso. Estamos en el colosal Desierto de Atacama, Chile, donde la naturaleza ofrece un clima árido y helado, ideal para la observación del espacio sideral.

Cubre una superficie de más de 105,000 kilómetros cuadrados y abarca cuatro regiones del norte de Chile. No hay camellos, que suelen asociarse a los desiertos, pero si guanacos, llamas, zorros, roedores, flamencos y cóndores en los cerros de la Cordillera de los Andes.
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También una peculiar época que constituye una singularidad absoluta: el desierto florido, no obstante ser el más árido de nuestro planeta. De septiembre a noviembre de cada año en primavera lluviosa, cuando germinan semillas y bulbos en estado de latencia.

Un manto de hermosas flores, de más de 220 especies en su mayoría endémicas, puebla parte de Atacama, con una espectacular policromía en la cual predominan los tonos malva, rosáceos, rojos y violetas, acompañando curiosamente a viejos cactus que resisten todas las estaciones.

-TELESCOPIOS GIGANTES-
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Ráfagas de viento a una temperatura aproximada de 3 grados Celsio aconsejan no salir mucho al exterior de la carpa instalada para la ceremonia de la primera piedra de lo que será el Telescopio Gigante de Magallanes (GMT) hacia el año 2021.

Pero la tentación puede más, al cierre de una exquisita cena y con la posibilidad de visualizar una puesta del sol extraordinaria. La naturaleza explica sin mediar palabras las virtudes del Desierto de Atacama para contemplar el espacio.
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A pesar de la intensidad del aire, sería un estropicio no tomar fotos en el lugar, aún con una cámara para aficionados. Es poco probable lograr una visión tan impactante de la virtual desaparición del astro rey.

En este entorno, se levantará el GMT, que debe entrar en funcionamiento en el año 2021. Tendrá 25 metros de diámetro, con siete juegos de espejos de los cuales tres ya están listos. Aunque se confeccionará un octavo segmento destinado para los mantenimientos y como repuesto.

Cada uno de los espejos pesa 17 toneladas y demora más de cuatro años para su fabricación. Deben ser cuidadosamente pulidos y el proceso de instalación resulta extremadamente complejo.

Sin embargo, esta es apenas una parte de la historia. Chile se convertirá en los próximos años en el emporio internacional de la astronomía, con el 70 por ciento de capacidad de observación del firmamento con los mayores telescopios del mundo.

En este renglón, la naturaleza, muchas veces agresiva con Chile (terremotos, tsunamis, inundaciones y volcanes eruptivos), se viste de gala con los telescopios. Además del GMT, hacia 2025 habrá otro todavía más colosal.
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Se trata del Telescopio Europeo Extremadamente Grande (E-ELT, por sus siglas en inglés), que se comienza a levantar en el cerro Armazones, 100 kilómetros al sur de Antofagasta, Chile.

Tendrá 39 metros de diámetro, cinco mil toneladas de peso y 80 metros de altura, con la expectativa de poder observar la longitud de onda de la luz visible, cerca de los infrarrojos.

Por si fuera poco, a cierta distancia del GMT y enclavado a 5,058,7 metros sobre el nivel del mar, aparece desafiante el ALMA (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array), un conjunto de 66 radiotelescopios que intentar captar lo que no pueden los telescopios ópticos.

El astrónomo Yuri Beletsky, de Belarús, y el ingeniero chileno Eduardo Donoso explican que ALMA tiene una misión complementaria de detectar en los sonidos que no somos capaces de hacerlo de manera óptica, como en la música de notas no audibles.

Ambos coincidieron en subrayar que el universo no está vacío, “hay gas, polvo que va formando luego estrellas, y ALMA es capaz de ver las ondas de radio que emiten esos cuerpos que no brillan”.

Detrás de estos proyectos andan Estados Unidos, Australia, Corea del Sur, Brasil y Chile, en el caso del GMT; Estados Unidos, Japón, Canadá, Taipéi de China, Chile y el Observatorio Europeo Austral en ALMA; y el Viejo Continente para el E-ELT.

La astronomía es una ciencia que explora el universo desconocido, pero sus estudios han redundado en la creación de tecnologías de punta y avances significativos en las telecomunicaciones, como Internet, Wifi, cibernética informática, telefonía celular y estudios del cáncer en la piel, por citar algunos ejemplos.

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