Gesto simbólico lleno de enigmas, el brindis es a priori una invitación celebrativa, en cambio, tocar madera, se antoja un acto de fe con aires de introspección mística.

Brindamos desde el siglo IV antes de Cristo aunque el vocablo se utilizó por primera vez en la decimosexta centuria (XVI) de nuestra era, con una fonética puramente alemana: ich bring dir’s (te lo ofrezco).

Jesucristo elevaba el Cáliz en La última cena con los 12 apóstoles y las artes plásticas se encargarían de acercarnos a esa imagen histórica.

Otro capítulo también asociado a la pintura nos permite apreciar el banquete de las Bodas de Caná y el famoso milagro del hijo de Dios de convertir el agua en vino. Desde entonces ya existía el brindis como una forma de acentuar las celebraciones.

Dos pasajes emblemáticos de la vida de Jesús de Nazaret. La también denominada Santa Cena fue la última ocasión en que se reunió con sus discípulos, la cual inspiró a Leonardo Da Vinci a concebir un óleo extraordinario entre 1495 y 1497.

El cuadro se encuentra en el convento dominico de Santa María delle Grazie, en Milán.

Antes, las Bodas de Caná de Galilea, acompañado por su madre María y los discípulos, el milagro del agua en vino, pasaje que motivó el monumental cuadro en 1563 de Paolo Cagliari, El Veronese, exhibido en la actualidad en el Museo del Louvre de París.

Los orígenes del brindis, sin embargo, se sitúan bien distantes de imágenes litúrgicas o capítulos bíblicos.

Envenenar las copas era algo habitual en la antigua Roma, por lo cual los anfitriones como símbolo de confianza chocaban fuertemente las copas con sus invitados.

Así la bebida pasaba de una copa a otra y se desterraban las suspicacias. Mirándose a los ojos, ponía fin a la desconfianza mutua, aseguran investigadores.

Chocar las copas se inscribe en la línea de ahuyentar a los demonios y proteger a los presentes, así como los novios deben lanzar los recipientes a la chimenea para garantizar la felicidad con su quiebre.

Su nexo con las bebidas alcohólicas es otro misterio sin resolverse. El vino siempre ha sido el protagonista esencial de los brindis, pero sería bastante raro y hasta extravagante presenciar un choque de vasos de jugos naturales o gaseosas.

El contraste queda más en evidencia, si nos recreamos con imaginarios brindis entre tazas de café o té. Sobre todo al conocer que el término se introdujo definitivamente en la sociedad en el siglo XVI.

Era para celebrar las victorias del ejército de Carlos V cuando sus tropas tomaron Roma el 6 de mayo de 1527. Fueron los primeros Ich bring dir¨s de la historia.

Por supuesto, no podían faltar los griegos, que por algo son los padres de la cultura occidental. También los helénicos, dicen, en los grandes banquetes alzaban sus copas rebosantes de vino y las degustaban a placer para demostrar que, nada de veneno.

-MADERA, EN NOMBRE DE THOR-

Thor vive en Asgard en el reino de Pruhoeimr (Hogar de la fuerza) y es el Dios del Trueno en la mitología nórdica y germánica.

Pero hay una historia más simple que nos acerca un tanto más a Thor. Recio líder vikingo, al morir sus restos se expandieron en los bosques dejando un enorme árbol de innumerables raíces.

Desde entonces, antes de cada batalla, los guerreros se dirigían a la base del árbol de Thor, como fue llamado, y tocaban madera tres veces para sentirse protegidos por su inspirador.

Aun en la era de las redes sociales e internet, llegar a un punto de coincidencia absoluta sobre hábitos, costumbres y de la propia historia es prácticamente imposible. Así que el tema de por qué buscamos madera para la buena suerte, sigue siendo un enigma.

Thor era una suerte de deidad suprema y su mística atrajo en más de una ocasión al cine y la televisión. Se le atribuye notable influencia, desde controlar el clima y las cosechas hasta la consagración, justicia, protección y batallas.

Como guerrero, tenía el papel de protector. El roble de Thor era un antiguo árbol sagrado para la tribu germánica de los chatti. Sin embargo, fue talado por orden de Bonifacio en el año 723 para intentar mostrar la superioridad del dios cristiano sobre Thor.

La madera del roble de Thor fue usada para levantar una capilla en Fritzlar y la tradición de tocar madera se extendió hasta allí según cuentan algunos estudiosos, aunque de forma más recogida.

Sin dudas, es una hipótesis elegante e interesante –confieso que la que más me gusta-, pero por supuesto hay muchas otras.

Aseguran otras fuentes que tocar madera procede de una milenaria costumbre basada en la creencia de que en las vetas moradas de la madera reside el genio del Fuego y la Vitalidad.

Los dioses se encargaban de que algunos árboles permanecieran siempre verdes, lo cual era signo de inmortalidad. Tocar un árbol significaba respeto hacia los dioses, además de un ritual para pedirles favores y agradecerles los ya recibidos.

He escuchado a “expertos” que advierten la necesidad imperiosa de que el objeto de madera llegue hasta el piso. Otros subrayan al roble como el elegido único.

Resulta que existen cultos al roble desde tiempos inmemoriales. Surgieron con los indios norteamericanos alrededor de 2000 A. de Cristo, y luego entre los griegos. Lo consideraban la casa de Dios.

Para cerrar otras teorías. Tocar madera como parte de una creencia cristiana invocando la Santa Cruz; ceremonia de hechiceros para canalizar la energía negativa de la tierra y recuperar la positiva; y un mito de los celtas que pensaban en los espíritus que habitaban en árboles…