Delirios de Camille Claudel: la «pensadora»

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París.- La figura del Pensador puede tener las más diversas interpretaciones, no tantas como La Puerta del Infierno, quizá las obras más célebres del maestro Auguste Rodin. De algún modo, en ambas esculturas quedó indeleble la mano de Camille Claudel.

Amante pasional y despechada de Rodin, seducida en la aventura por otro amor imposible con el no menos famoso músico Claude Debussy, aquella joven de ojos verdes y mirada soñadora terminó en el olvido, enclaustrada en un asilo para dementes.

Camille Claudel tiene por fin su redención. Aunque su trágica vida, siempre marcada por el romance tempestuoso con su guía e inspirador, logró poco después de su muerte el reconocimiento, su papel de artista secundaria la persiguió hasta nuestros días.

De hecho, la fascinación por la notable escultora llega acompañada siempre del sello distintivo de Rodin. En el antiguo Hótel Biron de París, predominan las obras del genio y sólo en un pequeño apartado, la impronta de Claudel. Temporal, efímera, aunque de todos modos, reconocida el lugar que le corresponde.

Ahora con más fuerza, porque se sabe que fue mucho más que una simple musa del ilustre escultor. Cautivó a los visitantes de una exposición en Madrid y otra de París, que luego recorrió diversas ciudades francesas y de Europa.

Decididamente, nadie obviaría contemplar al famoso Pensador y mucho menos pasaría por alto transitar en línea recta para deslumbrarse ante los enigmas de la poderosa Puerta del Infierno, en medio de los hermosos jardines del Palacio.

Telescopio en mano, facilitado por el museo, cada detalle en sí de la Puerta…, se antoja una obra magistral. Pocos, empero, conocían del signo distintivo de Camille Claudel, no como ayudante o modelo de Rodin, sino de virtuosa colaboradora.

¿Participó en el diseño del Pensador?. Definitivamente no, aunque los especialistas aceptan que en medio de sus despechos amorosos, Camille tenía razón en un elemento esencial: su entrega absoluta sirvió a los intereses creativos de Rodin.

Una vida reducida a situaciones extremis, 25 años de creación y 30 años internada. Humillada por el hombre de su vida, rechazada por gran parte de su familia y exenta de honores y premios. Su talento, enterrado en el olvido.

Nacida en 1864 en Villeneuve, Francia, muy pronto demostraría su inclinación por el arte. Gozaba de la comprensión de su padre y más tarde de su hermano y confidente, el reconocido poeta y escritor Paul Claudel.

-L´Age Mur-

Destruyó, literalmente, gran parte de sus obras. Terminó rodeada de gatos, desaliñada y mugrienta, como imagen caricatural de aquella modelo de poses excelsas para su distinguido profesor.

Esculpía con fervor y luego, los ataques demenciales se daban con frecuencia en su taller de Notre-Dame des Champs de París, donde se instaló buena parte de su tiempo, cuando asomaba su mirada por encima incluso de su maestro.

Son testimonios no siempre concordantes de historiadores, curiosos y personajes deseosos de recrear su vida con bastante imaginación.

De todos modos, hay capítulos desgarradores, como el aborto obligado una o dos veces, por la exigencia a todas luces de Rodin. O su espíritu casi devoto en el deseo de lograr la comprensión y el amor de su madre.

Muchos aseguran que la máxima de amor y odio obnubiló su talento. Se empeñaba con mucho tesón en demostrar su capacidad y pese a su juventud y fragilidad femenina, lograba obras distanciadas de una simple copia de estilo de Rodin.

Llegó a dominar el mármol y con esfuerzo y consagración se lanzó a trabajos bien complicados como La ola, El vals o su toque maestro y atribulado: L´Age Mur (La edad madura).

Arrastrada, suplicante, intenta por todos los medios no dejar escapar al hombre de su vida, aferrado a su otra relación extramatrimonial, Rose Beuret. Una obra dramática y espléndida en detalles de elaboración, según los expertos.

En su atormentada existencia, después de pasar de simple modelo a alumna aventajada de Rodin, cae en brazos del hombre que le dedicaría una de sus más connotadas estatuas de bronce: Le Baiser (El beso) de 1886.

Se trata del beso intenso y amoroso de una pareja. Pero Camille se siente herida por la relación que sostiene Rodin con su amante de siempre Rose Beuret, a quien nunca abandonará.

Y entonces responde: frente a El beso, en 1888, El abandono.

Aunque la tónica de la época no era proclive a los escándalos públicos, las discusiones y actos de despecho de Camille Claudel con Auguste Rodin se hicieron bastante conocidos.

Peor aún, salta enceguecida por el odio de los brazos del escultor al músico Debussy, otro hombre comprometido con quien alcanzará no poca notoriedad, sin contribuir a restañar su personalidad y sobre todo prestigio profesional.

Algunos pasajes en la vida de esta mujer controversial ofrecen signos de rencores, complejos y duras reprimendas a Rodin, a quien señala de modo indirecto como “avaro, egoísta” y sobre todo, oportunista, capaz de “robar ideas” y recabar el éxito para su persona.

“Se aprovechaba de mi y presentaba a mis obras como suyas”, escribió Camille. Si bien parece que hay algo de cierto en sus aseveraciones, igual los celos y peleas públicas se sumaban a los desequilibrios nerviosos que se hicieron más frecuentes.

Isabelle Adjani la interpretó en una película de 1988 al lado de Gerard Depardieu (Rodin), en uno de esos largometrajes del cine que lamentablemente no tienen el impacto de taquilla pretendido.

Un trabajo cinematográfico de Bruno Nuytten nada lapidario y muy respetuoso que pone al descubierto la relación, también de vehemencia extraordinaria, de Paul Claudel con su hermana y Rosalie Vetch, los amores imposibles de su vida.

De primavera, con un sol espléndido que baña París con inusual generosidad, los verdes de plantas y la policromía de las flores adornan hoy las esculturas de Rodin.

Por fin, cerca de los jardines, a unos metros del suntuoso Hotel Birón, Camille Claudel ha dejado de ser una historia de olvidos y romances.

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