La frase del titulo parecería lapidaria, devastadora. Pero yo me imagino ahora mismo a Marcos Mundstock burlándose de su propio epitafio, con esa voz grave, solemne, con su hilaridad sardónica.
Ya no está, nos abandonó y lo extrañamos mucho. Porque es difícil dentro del concierto del humor hispanoparlante, del humor de horizontes infinitos, pasar por alto a una de las figuras más emblemáticas de los argentinos Les Luthiers.
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