El viento y una flor

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Los molinos ya no están, pero el viento sigue, todavía. Escribió alguna vez Vincent van Gogh en sus Cartas a Theo, su hermano. Y al recordar esta hermosa frase llena de símbolos, me remito a mi fábula de la Pera y la Manzana, ahora cuando la primera de estas dos frutas ha partido, después de navegar 94 años regalando amor.

Y aunque los verdaderos homenajes se hacen en vida, también el recuerdo tiene un significado propio. Entonces, para mi Nelia, dejo estas palabras que sin dudas la joven manzana Andrea guardará en su baúl de las memorias, y el “petit” Apolo hará suyas algún día futuro.

—Me acerqué a una pera madura que permanecía silenciosa y solitaria. De pronto sentí escozor al escucharla decir: podrías acompañarme el tiempo que desees (…).

Sorprendido respondí: no pertenezco a este lugar, pero igual me place estar contigo. Y ella me repitió: puedes acompañarme el tiempo que quieras (…).

El adiós ineludible, la ternura, el amor y los detalles...cuando llega la partida, el consuelo es no olvidar...

Situaciones límites nos hacen pensar en soluciones drásticas y aunque parezca recurrente, volvemos a lo filosófico de Marcel Proust en su eterna obra maestra En busca del tiempo perdido.

—Mientras meditaba, tropecé con una manzana, demasiado joven, robusta y dinámica. Y de nuevo el asombro: me gustaría que siempre estuvieras aquí, conmigo.

Ninguna de las dos tenía más argumentos que el amor y la esperanza. Para ellas, era suficiente…debería ser así para todos…

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