
París.- Murmullos de sonrisas de satisfacción son perceptibles ahora en las salas francesas de cine. Un capítulo de la historia que dejó bien plantado al Hexágono frente a la demencial carrera belicista de George W. Bush.
Sin ambages, Oliver Stone recuerda los dramáticos días previos a la invasión de Estados Unidos a Iraq y las presiones de todo tipo de Bush dentro de su más reciente película, W. Una aproximación inteligente sobre la tenebrosa mediocridad del personaje.
Continuar leyendo